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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 475

En la mente de Celia surgió de inmediato un nombre: "Mario Quiroga". Nadie más que él haría algo así. Tomó su chaqueta y se levantó apresuradamente. Lía salió corriendo tras ella.

—¡Celia! ¿A dónde vas?

Celia no le respondió. Al ver que ella entraba al ascensor, Lía envió un mensaje después de dudar un momento.

***

Celia salió del complejo en su auto. Llamó a Ana, pero su celular estaba apagado. Luego llamó a su oficina, y la enfermera de turno le dijo que Ana había pedido el día libre. Celia se sintió triste por haberla ignorado. Ana todavía estaba viviendo en la casa de Luna. Seguro la habían vigilado por su asociación con ella.

De repente, Celia recordó a una persona. De inmediato marcó el número que Nuno le había dado.

Pronto, alguien contestó la llamada.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

—Por favor, necesito hablar con el señor Nuno Molina. Soy Celia Sánchez.

—Claro, un momento.

Poco después, Celia escuchó la voz de Nuno.

—¿Señorita Sánchez?

—Es que una amiga mía podría haber sido secuestrada… Me enviaron un mensaje.

Al oír esto, Nuno llamó a varios subordinados y luego le dijo a Celia:

—¿Podría reenviarme el mensaje?

—Sí, pero me pidieron que fuera a verlos sola. Ahora tengo que ir allí.

—Recuerde cooperar con lo que pidan y trate de ganar más tiempo. Voy de inmediato con mi equipo. Lo más importante es su seguridad, ¿de acuerdo?

—Lo haré.

Celia colgó, contuvo la respiración y pisó el acelerador.

***

—No se ande con rodeos. Dígame lo que quiere.

—Me encanta hablar con personas listas —dijo Mario, dejando de lado la taza vacía—. Pero, no llamaste a la policía antes de venir, ¿cierto?

Ella parpadeó sorprendida, sin esperar esta pregunta. Mario captó su vacilación y mostró una sonrisa burlona.

—Sabía que no eras de fiar.

Antes de que Celia pudiera reaccionar, los dos guardaespaldas la sujetaron por los brazos. Eran fuertes, casi le dislocan los hombros de la fuerza. Ella apretó los dientes, soportando el dolor de la torsión.

—Si nos mata, usted tampoco escapará.

—Nunca he pensado en escapar. —Mario se detuvo frente a ella, le tomó la barbilla y le levantó la cabeza—. Tranquila, no voy a matarte tan pronto. Ahora eres el cebo.

—¿¡Cebo!? ¿Qué significa eso? ¡Espera! ¡Dímelo! ¡Mmm!

Los guardaespaldas no le dieron la oportunidad de terminar la frase, le sellaron la boca con cinta adhesiva y se la llevaron atada.

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