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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 476

Cuando Nuno llegó al muelle con su equipo, el barco ya había desaparecido, dejando allí solo el auto de Celia. Ernesto se acercó a revisarlo y regresó rápidamente, mientras marcaba el número de Celia.

—Jefe, ¡parece ser el auto de la señorita Sánchez! Pero su celular está apagado.

La expresión de Nuno se ensombreció.

—Seguro que los secuestradores le ordenaron apagarlo —dijo.

Luego, ordenó al resto del equipo buscar pistas en los alrededores. Poco después, una oficial llegó con un testigo.

—Jefe, este señor vio que la dueña del auto subió a un barco.

El testigo, un aficionado a la pesca de unos cincuenta años, respondió de manera ambigua:

—Sí, la vi. Cuando vine a pescar esta mañana, ese barco ya estaba allí. Hace un rato se fue, y como no bajó la mujer, supuse que eran amigos.

—¿A qué hora fue esto?

—Alrededor de las nueve y media. Siempre vengo a pescar a esta hora. Lo raro es que en el barco había varios extranjeros, por eso me llamó la atención.

Una vez que el testigo terminó su declaración y se fue, Nuno contactó de inmediato al Departamento de Transporte Acuático. Dejó a algunos agentes registrando la zona, mientras el resto se coordinaba con el departamento. Él regresó rápidamente a la comisaría.

***

En Ficus, Enzo estaba en casa y recibió una llamada. Al escuchar lo que le decían, su expresión se tornó seria.

—Recibido. Gracias.

Dicho esto, colgó y enseguida marcó otro número.

—Ben, se llevaron a Celia. Es Mario Quiroga. ¡Ve a Rivale ahora mismo! ¡Tráela de vuelta sana y salva!

Cuando terminó la llamada, incluso las piernas le flaquearon. Apoyó su cara entre las manos, consumido por la culpa.

Estos días, los problemas internos de la familia Rojas lo habían tenido demasiado ocupado después de lo de la explosión. Había pensado en enviar a Celia con la familia Vargas, pero, como ella insistió en quedarse en Rivale para seguir adelante con su carrera, él no insistió. Si hubiera sabido... la habría traído de vuelta consigo.

***

—Así que tú y Mario sí están juntos en esto.

—¿Y qué? —Beatriz cruzó los brazos, mirándola desde arriba—. Yo no tuve opción. No como ustedes, madre e hija, que tuvieron tanta suerte.

Celia se sorprendió, tratando de descifrar sus palabras, cuando Beatriz se inclinó de repente y deslizó una cuchilla de afeitar en su mano.

—Estamos cerca de un pueblo de la Villa Ribera. Los guardias afuera cambian su turno cada dos horas. Trata de hacerles llevarte al baño común del segundo piso. La ventana de allí se puede abrir. Si logras escapar o no, dependerá de ti.

Celia no entendió su intención.

—¿Por qué me ayudas? ¿No quieres que muera?

—La verdad, sí me gustaría. —Beatriz sonrió con frialdad—. Si mueres, Enzo y tu madre sufrirán mucho.

Tras una breve pausa, cambió de tema.

—Pero también hay alguien del que quiero liberarme. Y prefiero que sea él quien muera.

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