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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 10

La mirada de Fabián recorrió el cuarto, sus ojos oscuros se volvieron cada vez más profundos.

Guardó silencio unos segundos, sin dar una respuesta inmediata.

Tatiana, mostrando su comprensión, tomó la mano de Dafne y dijo con suavidad:

—Gracias, Dafne, de verdad. No importa, puedo vivir en cualquier lado. Si a Joana no le gusta, yo puedo irme.

Al terminar, una leve tristeza apareció en sus ojos, esa clase de tristeza que ni sobra ni falta.

—¡No! —exclamó Lisandro de inmediato.

—¡No puede ser! —soltó Dafne, igual de angustiada.

Ambas voces infantiles sonaron ansiosas al unísono.

Lisandro frunció el ceño, claramente indeciso.

Por un lado, extrañaba a su mamá, pero tampoco tenía idea de cuándo volvería.

Y ahora que la señorita Tatiana por fin estaba de regreso, que se quedara en la habitación de mamá por un rato no parecía un gran problema…

—¡La señorita Tatiana tiene que quedarse! Mamá es la que es bien tacaña, la que debería irse es ella —dijo Lisandro, soltando la bomba.

Al oír que sacaban el tema de mamá, Dafne infló las mejillas, molesta.

¿Cómo podía ser que mamá se fuera y encima les cayera tan mal?

Con un puchero, se aferró a la mano de Fabián y suplicó:

—Papá, si ese cuarto de todos modos antes era de la señorita Tatiana, di algo, ¿no? Siempre has dicho que la quieres un montón...

Al escuchar eso, Tatiana se sonrojó y, fingiendo timidez, tapó la boca de Dafne con delicadeza.

—Dafne, ya, basta… Si de plano no se puede, no hay problema, puedo dormir contigo.

—No se puede —intervino Fabián, frunciendo el entrecejo, tajante—. ¿Cómo te voy a dejar compartir cuarto con Dafne? No te traje aquí para que fueras su niñera.

Tatiana levantó el mentón, sus ojos ligeramente húmedos, y murmuró:

—No te preocupes, yo no me siento mal por eso…

Al verla así, Fabián se quedó absorto un instante, como si ante sus ojos volviera a aparecer la joven de hace años.

Sin pensar, le acarició la cabeza y zanjó la discusión:

—Solo es un cuarto. Quédate.

En el peor de los casos, cuando Joana regresara, ya vería cómo arreglaba que se quedara con él en la misma habitación.

Vaya, hasta parecía que él era el que salía perdiendo.

Fabián ya había tomado la decisión.

—¡Sí! —Dafne los tomó de las manos a ambos, saltando de felicidad.

Ojalá mamá no volviera nunca.

El Festival Nacional de Tendencias llegaba a su final; Sabrina tuvo que irse antes por un asunto urgente.

Joana se despidió de ella y siguió recorriendo la exposición sola.

Durante ese rato, aprovechó para intercambiar contactos con varios jóvenes promesas del sector. Se fue con una buena cosecha.

Jamás imaginó que, después de tantos años lejos, volver a ese mundo todavía le pondría la sangre a mil.

Tantas pláticas, con gente de todos lados, le devolvieron un poco de vida a ese corazón marchito que llevaba dentro.

Por suerte, aún no sentía que fuera demasiado tarde.

Debido a las restricciones de circulación, al terminar tuvo que esperar su carro en la entrada.

Un suv negro se detuvo despacio junto a la acera, la ventana bajó.

—Señorita Joana, está lloviendo fuerte, ¿quiere que la lleve a algún lado?

Joana levantó la mirada y se topó con unos ojos amables.

Era Germán, uno de los contactos que había hecho ese mismo día.

Un artesano reconocido, heredero de la tradición de talla en madera, con un talento impresionante.

Joana sonrió, lista para rechazar con cortesía la invitación, pero en ese instante, una voz femenina, cargada de burla y veneno, tronó detrás de ella:

—Vaya, con razón no te quedas en casa cuidando a mi mamá como deberías. Ahora entiendo: andas de coqueta, buscando a escondidas otro tipo, a espaldas de mi hermano.

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