Cuando Diego volvió a preguntar, Joana inventó una excusa al azar y llevó a Fabián con ella, usando unos Dulces Guzmán para captar toda su atención.
...
En el hospital, Tatiana notó que Fabián había llegado mucho más tarde de lo habitual ese día.
Un mal presentimiento y una sensación de amenaza se le clavaron en el pecho, cada vez más pesados.
Andrés le contó que Fabián había ido ese día a la casa de la familia Osorio.
Ese era el lugar donde vivía el abuelo de Joana.
Tatiana tuvo un presentimiento inmediato: si Fabián había sido llamado ahí, seguro tenía que ver con él y Joana.
En el fondo, sentía que ese matrimonio entre ellos era inevitable.
Pero... ¡no iba a permitir que eso sucediera!
Después de tanto esfuerzo, de haber planeado todo con tanto cuidado durante años, justo ahora que casi tenía el triunfo en la palma de la mano, no iba a dejar que se le escapara.
Solo faltaba ese último paso, el más importante.
Acostada en su cama de hospital, Tatiana dejó que en su mirada se asomara un destello de cálculo y frialdad.
...
El día diez, el señor Aníbal cumplía setenta años.
La fiesta de cumpleaños se organizó en el Hotel Plaza Castilla, un hotel de seis estrellas en Ciudad Beltramo.
Joana reservó un vuelo directo a Ciudad Beltramo, con destino a la zona de Bahía del Muelle.
El regalo de su abuelo para el festejado era algo grande, así que lo mandaron por paquetería con anticipación, directo al hotel.
Joana ignoró el mensaje de Fabián del día anterior, donde él le sugería encontrarse para ir juntos.
Al llegar, se arregló y se cambió en el hotel antes de dirigirse sola al Hotel Plaza Castilla.
El señor Aníbal había reservado por completo los salones de banquetes de los pisos tres, cuatro y cinco del hotel para la celebración.
Cuando Joana llegó, afuera del hotel ya se veían carros de lujo estacionados en fila.
Los invitados que iban llegando eran conocidos por ser de lo más destacado de la alta sociedad.
La familia Rivas había puesto todo su empeño en que fuera una noche memorable.
En la entrada, incluso habían puesto meseros para revisar las invitaciones.
Joana se enteró ahí mismo de que se necesitaba invitación para entrar.
Probablemente, el señor Aníbal había dado por hecho que ella llegaría con Fabián, así que no le enviaron una aparte.
Pero Fabián nunca le mencionó nada al respecto.
—¿Para qué te molestas? Hay muchas mujeres que solo vienen a ver si pescan algo bueno en fiestas como estas. Hoy seguro hay montones así. Mira, ahí viene la señorita Vanessa, pregúntale a ella si la conoce, al menos ella sí distinguiría a su propia cuñada.
En ese momento, Vanessa apareció bajando del elevador, luciendo un vestido rojo espectacular, charlando y riendo con sus amigas.
Entró al salón sin que le pidieran invitación.
El mesero, aprovechando el momento, se atrevió a preguntarle.
Vanessa echó una mirada rápida a Joana, que en ese momento revisaba su celular sin levantar la cabeza, y respondió de manera cortante:
—No la conozco.
El mesero asintió, hizo una leve reverencia y se dirigió a los demás:
—Perfecto, señorita Vanessa. Vamos a encargarnos de ella de inmediato.
Los invitados que pasaban cerca no pudieron ocultar sus gestos de desagrado.
A los ojos de todos, Joana era solo una oportunista más tratando de ascender, y justo ahora acababa de quedar en evidencia frente a la verdadera familia.
Apenas se fue Vanessa, el mesero cambió de actitud.
Le hizo una seña a los guardias de seguridad y ordenó con tono agrio:
—¡Ya saquen a esta mujer que viene a causar problemas!

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