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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 152

El señor Aníbal, consumido por la rabia, cayó desmayado en ese mismo instante.

—¡Papá!

—¡Abuelito!

...

La fiesta de cumpleaños tuvo que cancelarse de inmediato.

La familia Rivas no quiso que el asunto se hiciera más grande, así que llamaron de urgencia a su médico privado.

—El señor Aníbal volvió a recaer en su vieja enfermedad. Por favor, no vuelvan a hacerlo enojar, no se puede tomar a la ligera que se desmayara de esta forma —advirtió el doctor con seriedad luego de revisarlo.

Fabián asintió con respeto.

—Gracias por venir. ¿Cuándo cree que despierte mi abuelo?

—En el mejor de los casos, hasta mañana en la mañana —respondió el médico, recogiendo sus cosas.

Todos en la familia Rivas estaban con el alma en vilo.

Aunque oficialmente se canceló la fiesta por motivos de salud del señor Aníbal, entre los invitados no faltaron los rumores y las miradas llenas de especulación.

—Fabián, ¿qué demonios está pasando en tu casa? Apenas tu papá se recuperó de salud, ¡y solo hay una fiesta al año! ¿No pueden portarse mejor? Tu papá, ya en su vejez, sale con que quiere irse a trabajar al extranjero, y ahora tú, cada vez más dejado, metido en líos con dos mujeres. Como si no fuera suficiente, se alejan de Ciudad Beltramo y nos dejan aquí con el chisme, ¡y al final los de Mar Azul Urbano se mueren de risa de nosotros, la familia Rivas!

El tío Hugo Rivas había llegado apresurado tras resolver un asunto urgente en la empresa.

Desde hace tiempo le molestaba que Fabián fuera el elegido para heredar el grupo.

Si no fuera porque Fabián se casó con Joana y consiguió el voto de confianza del abuelo, ellos, la rama mayor, no estarían en una posición tan incómoda ahora.

Fabián no trató de defenderse; bajó la cabeza y aceptó:

—Tiene razón, tío, agradezco su consejo.

—Hermano, ya déjalo en paz, Fabián no lo hizo adrede. La verdad es que en la casa hay una que no entiende razones y otra afuera que es una víbora, ¡por eso lo tienen así! —Renata, preocupada, se adelantó para proteger a su hijo.

Hugo era de los que nunca olvidan una ofensa.

Lo que pasó hoy seguro traería cola.

—¡Ya no me meto más en lo que hagan ustedes! —gruñó Hugo, apretando los dientes.

Valentín cometió un error, sí, pero el verdadero problema fue dejar cabos sueltos y permitir que lo hundieran. Han pasado seis años y el abuelo no ha dado su brazo a torcer para dejarlo volver. Quien estuvo detrás de ese plan fue cruel hasta los huesos.

—Tío, no se altere —Fabián ignoró la furia de Hugo, hablándole con calma—. Escuché que en Ciudad Beltramo andan tras un trato con los Zambrano. Justo el heredero de la familia Zambrano es amigo cercano de mi esposa. Tengo una propuesta de colaboración entre manos, no sé si quiera escucharla.

Hugo lo miró de reojo, dudando.

—¿A poco? Si hasta hace poco los Zambrano juraron que jamás iban a trabajar con nosotros. Y yo me preguntaba...

Hugo entrecerró los ojos, desconfiado.

—¿Desde cuándo tu esposa es amiga de ese heredero?

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