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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 175

Arturo ordenó a Ezequiel que repitiera, palabra por palabra, la conversación que acababa de tener con Joana.

Cuando escuchó que Joana había preguntado en medio de la plática si “él ya estaba casado”, los ojos grises de Arturo se entrecerraron un poco.

Era la segunda vez ese día que oía a Joana mencionar el tema de su supuesto matrimonio.

¿En qué estaría pensando ella?

¿O habría entendido algo mal?

Arturo, de repente, esbozó una sonrisa, como si acabara de darse cuenta de algo.

Ezequiel, que ya estaba nervioso, sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Ya valió, ¿no habrá sido demasiado honesto y ahora lo van a callar para siempre?

Sobre todo porque las cosas que dijo la señorita Joana no parecían tener ni tantito interés en el jefe.

—Está bien, ya entendí —dijo Arturo, recostándose en el respaldo de su silla, y de pronto cambió el tema—: ¿En qué va el proyecto de la familia Rivas?

Al volver a un terreno conocido, Ezequiel se sintió un poco aliviado.

—Jefe, últimamente están por cerrar trato con Astilleros Alba Marina. Se espera que el contrato se firme en estos días.

—¿Astilleros Alba Marina? ¿No es una de las empresas del lado de mi tía?

—Así es.

—Perfecto. Luego márcale a mi tía y dile que su sobrino la anda extrañando.

La voz de Arturo no mostró ni una pizca de emoción.

Pero escuchar esas palabras de su boca, le puso los pelos de punta a Ezequiel.

...

En estos días, la familia Rivas había apostado fuerte en proyectos de inversión para el transporte marítimo.

Si llegaban a cerrar el trato con Astilleros Alba Marina, los costos para operar cruceros de lujo a larga distancia se reducirían al menos a la mitad.

El señor Aníbal le ponía muchísimo empeño a este proyecto.

Prácticamente todos los días mandaba a Hugo a revisar el avance.

Ya estaban a punto de firmar el contrato.

—Patrón, tenemos malas noticias: el trato con Astilleros Alba Marina se nos cayó.

Hugo llegó agitado, luciendo tan descompuesto que parecía haber envejecido veinte años en una tarde.

—¿Cómo que se cayó? ¿De veras creen los de Astilleros Alba Marina que ya estoy acabado? ¡Hace décadas, en Ciudad Beltramo, ni siquiera pintaban! ¿Y ahora se atreven a romper el acuerdo?

—¡Ja! Aunque te lo repita mil veces, parece que nunca entiendes. ¿Tienes idea de cuánto dinero va a perder la familia Rivas por tu culpa ahora que este proyecto se fue a la basura? ¿Cuándo vas a dejar de darme dolores de cabeza? ¡Antes eras el que menos problemas me daba, muchacho!

Mientras hablaba, el señor Aníbal se agitó tanto por el coraje que se quedó sin aliento.

Viendo esto, todos los presentes se acercaron a ayudarlo.

Aníbal hizo un gesto para que se alejaran y sacó de su bolsillo una pastilla que se tomó de inmediato.

El rostro duro de Fabián por fin mostró preocupación.

—Abuelo...

En el pasado, él no era precisamente el favorito de la familia Rivas.

Pero para Fabián, Aníbal siempre había sido un ídolo, alguien a quien admirar.

La manera en la que resolvía todo, rápido y sin titubear, lo hacía sentirse a años luz de alcanzarlo.

Fue su abuelo quien confió en él, quien le dio la oportunidad de subir hasta donde estaba ahora, luchando contra la opinión de toda la familia.

Incluso ahora, sentado en esa posición, a veces le parecía increíble.

—Si en verdad quieres que este viejo viva unos años más, deja de meterme en problemas. Y ni se te ocurra seguir con esa actriz de tres pesos.

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