—¿Arturo?
[¿Esto está bien?]
...
Al día siguiente, Joana se despertó cuando ya era mediodía.
Aprovechó para hacer una limpieza profunda en toda la casa.
Quedó tan satisfecha con el resultado que hasta el ánimo le mejoró. Más tarde, quedó con Sabrina y Jimena para reunirse a las ocho en Mesa Secreta.
Llevaba ya varias semanas tan atareada que ni siquiera recordaba la última vez que había ido a ese restaurante privado.
Todavía tenía presente la escena de la última visita, cuando el dueño salió en su defensa con tanta determinación. Fue algo difícil de olvidar.
Poco después de las siete, las tres quedaron de verse directamente en Mesa Secreta.
Pero al llegar, se encontraron con la puerta cerrada y las luces apagadas. Las tres se miraron entre sí, confundidas.
Sabrina bromeó con una sonrisa traviesa:
—Joana, parece que hasta el destino está cuidando tu cartera.
Joana soltó una risa nerviosa.
—Solo queríamos cenar, ¿no? ¿Por qué no buscamos algo más emocionante? —Jimena señaló el bar que estaba cruzando la calle.
Después, volvió la vista hacia sus amigas, esperando su reacción—: ¿Ustedes qué dicen, se animan?
—¡Claro! Yo jalo a lo que sea.
Joana, sin embargo, dudó un poco—: ¿No les preocupa que haya paparazzis rondando?
Desde la última edición de los Premios Cinépolis de Oro, Jimena se había vuelto un blanco constante de los medios. Apenas hacía algún movimiento, y ya estaba en todos los titulares.
Habían intentado verse otras veces, pero siempre terminaban cancelando por culpa de los reporteros.
Pero esta reunión era especial para Joana, y Jimena había tenido que insistir mucho con Cristóbal para poder salir.
—Si vienen problemas, los enfrentamos —dijo Jimena mientras se ponía unos lentes oscuros y un cubrebocas—. Si no hago nada indebido, a ver si logran sacarme una nota interesante.
—Ja, ja, ja —Joana no pudo evitar reírse en voz alta.
Al final, terminaron cediendo.
Entraron juntas al bar y rentaron una mesa privada.
La luz era tenue, pero el ambiente estaba más cerca de un lounge tranquilo que de una fiesta desenfrenada. Nada que ver con lo que Joana imaginaba.
Las tres se sumergieron en el menú, debatiendo qué pedir, hasta que terminaron eligiendo cinco platillos y una sopa.
—Oigan, ¿y si pedimos también los fideos con carne? Dicen que aquí son buenísimos —Jimena ya no podía esperar para compartir su recomendación.
—Va, agrégalo —Joana sonrió y marcó un par de platillos más en la carta.
Cuando llegó, Fabián estaba cubierto de sangre, sujetando a otro tipo en el suelo.
Tenía una expresión tan feroz que parecía dispuesto a todo.
Tatiana lloraba desconsolada en una esquina.
Esa vez, Fabián peleó por defender a Tatiana.
El tipo quedó en estado vegetal.
La familia Rivas tuvo que pagar cinco millones de pesos para que el asunto no fuera a más.
Joana solo se enteró después de que esa no era la primera vez que Fabián hacía algo así por Tatiana. Incluso, eso ocurrió mucho antes de que ella y Fabián se reencontraran en ese bar.
Quizás, pensó Joana, solo la confundió con Tatiana aquel día. Por eso la salvó.
Pidió una copa y la bebió sin mostrar emoción.
Al verla, Jimena no dudó en pedir otra—: ¡Va, yo te acompaño!
Pero apenas terminaron, Jimena ya estaba diciendo que necesitaba ir al baño.
Sabrina la tomó del brazo y se la llevó.
Joana, sola en la mesa, tomó lo que quedaba de su trago y se lo acabó de un sorbo.
—¿Todavía tienes cabeza para estar aquí, bebiendo?

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