Ella lo dijo como si fuera lo más natural del mundo.
Y, sin embargo, era de lo más egoísta.
Dafne ni se daba cuenta de que Fabián estaba a punto de explotar; seguía metida en su celular, soltando pequeñas carcajadas de vez en cuando.
El semblante de Fabián se tornó cada vez más sombrío.
Justo antes de que perdiera el control, Tatiana le tomó la mano con apuro.
—Fabián, Dafne está así porque su mamá la trata diferente. No te la agarres con la niña. Si yo hubiera pasado tanto tiempo sin mi mamá a su edad, también estaría decaída y con cambios de humor. Es normal que los niños se sientan así; si se guardan todo, sí que se enferman. Todavía es pequeña, podemos ir enseñándole poco a poco.
Las palabras sinceras de Tatiana lograron bajar la tensión de Fabián, y su enojo comenzó a disiparse.
Dafne por fin notó la pesadez en el ambiente dentro del carro, dejó a un lado el celular y le hizo espacio a Fabián.
Siguiendo la línea de Tatiana, Dafne habló con sumo cuidado:
—Papá, sólo estoy un poco de malas. La señorita Tatiana me dijo que distraerme con el celular me ayuda a no pensar tanto, y sentada atrás, me da miedo golpearme contigo. ¿Te enojaste conmigo?
—No —contestó Fabián, tragándose la rabia y suavizando la voz—. De ahora en adelante, no importa lo que diga tu mamá, no le contestes ni la retes. Ella está enojada, no la hagas enojar más.
Ahora Fabián tenía claro que la metida de pata de Dafne había destrozado la confianza de Joana en su hija.
Si la presionaban demasiado para que aceptara y perdonara a la niña, sólo lograrían el efecto contrario.
Tal como pasó hoy.
Mejor dejar que el tiempo cure las heridas; ya llegará el día en que Joana deje de estar molesta.
Por ahora, lo que más le urgía a Dafne era bajarle a su mal genio y no seguir echando leña al fuego.
Al escuchar el regaño de Fabián, Dafne se sintió todavía más incómoda por dentro.
¿Y por qué tenía que ceder siempre ante su mamá?
¡Si apenas era una niña! ¡Ella era su hija!
Aunque se hubiera equivocado, su mamá también se había pasado.
Además, ni siquiera estaba muerta. Engañó a todos, los hizo sufrir y asustarse por tanto tiempo.
¡Su mamá era terrible! ¿Por qué su papá no podía verlo?
Dafne sintió que la injusticia la ahogaba, el gesto lleno de pena, sin contestar nada.
Fabián, con el ceño fruncido, le preguntó:

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