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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 32

Los ojos de Fabián se entrecerraron, dejando ver una mirada cargada de molestia.

Ni siquiera cuando su mamá la había golpeado, Joana había reaccionado tan fuerte como ahora.

Fabián apretó los labios y, con el ceño marcado, intentó arrebatarle el recipiente de comida de sus brazos.

Él tenía mucha fuerza.

Joana se aferró con todas sus fuerzas al recipiente, y su rostro, ya hinchado y rojo por los golpes, ahora se ponía aún más encendido de coraje y esfuerzo.

Para ella, si esa sopa iba a terminar en boca de esa gente, prefería dársela a un perro.

En medio del forcejeo, Fabián perdió la paciencia.

—Deja de hacer berrinche, suelta eso.

Joana apretó los dientes, pero no podía competir con la fuerza de un adulto. Sintió cómo el recipiente comenzaba a deslizarse fuera de su control.

Entonces, de repente, apareció una mano blanca y fuerte, sujetando el recipiente con firmeza.

Al mismo tiempo, una voz masculina, profunda e irónica, se dejó escuchar.

—¿Quieren que les ponga un puesto en la plaza para que sigan peleando aquí?

El tironeo se detuvo de inmediato.

Joana abrazó el recipiente como si fuera su mayor tesoro, agradecida con quien había intervenido.

Arturo ese día ya no vestía la bata de hospital; llevaba puesta una gabardina negra. Su figura alta y seria imponía respeto.

Mientras guardaba silencio, su presencia transmitía una sensación amenazante, como si anunciara una tormenta inminente.

Joana evitó mirarlo, bajó la cabeza y dio un paso hacia atrás, sintiéndose pequeña ante él.

Arturo notó de inmediato la marca de la bofetada en la cara de Joana. Sus ojos, antes claros, se oscurecieron con una sombra de enojo.

Fabián, desde que Arturo apareció, soltó el recipiente sin decir palabra.

Lo observó de arriba abajo, sintiendo que ya lo había visto antes.

¿No era él el que había salvado a Joana en el hospital aquella vez?

Un malestar inexplicable se apoderó de Fabián.

Tatiana, siempre atenta, se movió entre los presentes, tomó del brazo a Fabián y, con voz suave, intervino:

—Usted debe de ser el señor Zambrano. Disculpe la molestia, ya nos íbamos.

Fabián, de repente, lo entendió todo.

Sacó apresurado una tarjeta de presentación y se la entregó a Arturo.

—He escuchado mucho sobre usted, señor Iván.

La familia Zambrano tenía dos hijos.

El mayor, Iván Zambrano, era conocido por su discreción y liderazgo. Casado y con una hija, era el pilar de la familia.

El menor, Arturo, casi siempre estaba en el extranjero, y muy pocos sabían de él.

Capítulo 32 1

Capítulo 32 2

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