—¿No has tenido problemas con alguien últimamente? —preguntó Fabián, sin poder ocultar la preocupación en su voz.
Hernán repasó mentalmente los últimos días. Aparte del chef ese de anoche en el restaurante, no se le ocurría nadie más.
—¡Ese chef no tiene el poder para hacer algo así! —reviró Fabián con desdén.
Al mencionarlo, Hernán recordó lo de anoche, cuando Joana lo había dejado en ridículo. —¡Maldita sea, me topé con Joana! Esa mujer trae pura mala suerte. Tenía todo listo para cerrar el trato, y al día siguiente, todo se vino abajo.
Fabián frunció el ceño. —¿Qué tiene que ver ella con ese asunto? No olvides que es mi esposa, Hernán. Cuida lo que dices.
—¡Fabián, si ni la quieres! ¿Por qué la defiendes? —Hernán no ocultó su molestia—. ¡Tatiana aguantó diez años los desprecios de tu familia solo por ti!
—¡Ya basta! —Fabián lo cortó seco, su mirada se volvió dura—. Estamos hablando de negocios, no mezcles cosas que no vienen al caso. Lo importante ahora es esa oportunidad, no las mujeres.
Hernán supo que se había pasado y guardó silencio, tragándose sus palabras.
Aun así, si Joana no se hubiera atravesado, él y Fabián no estarían en esa situación tan tensa.
Todo culpa de esa desgraciada.
Esa noche, lo de la inauguración de Mesa Secreta se volvió el chisme del círculo. Alguien averiguó que la placa era para Hernán, y sus rivales, que siempre buscaban cualquier excusa para burlarse, no lo han dejado en paz desde entonces.
¡Maldita sea! Eso, tarde o temprano, tenía que cobrarse.
...
Afuera del edificio.
Joana apenas logró soltarse del abrazo de Arturo, visiblemente incómoda.
—Pe-perdón, señor Zambrano, ¿no lo lastimé? ¿Qué hace usted aquí?
—No te preocupes, no soy fácil de lastimar. Soy San Cuchillo, ¿recuerdas? —dijo Arturo, acomodándose el cuello de la camisa.
Joana le dedicó una sonrisa forzada.
¿Por qué sentía que no la dejaba ir tan fácil?
Aunque, pensándolo bien, Arturo sí le había salvado el pellejo varias veces. Quizá debería ir algún día a la iglesia y encenderle una vela, a ver si le protegía más seguido.
Por un momento, el ambiente se tornó incómodo.
Arturo notó la maceta de albahaca morada que Joana llevaba en brazos. —¿Te has sentido mal últimamente?
—Ah... no —contestó Joana, siguiendo la dirección de su mirada—. Es un regalo para el abuelo del departamento de al lado.
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