Ares conduce a casa de su madre, después de dejar a Vanesa a unas calles del bar donde trabaja.
Bar, que él sin conocer detestaba, incluso más que el barrio donde ella vivía, pues no era que despreciara a las personas de menor estatus, como lo hacía su madre, sino que le atormentaba ver que la mujer que tanto amaba.
Según ella misma, luchaba a diario con borrachos, y debía cuidarse de los peligros del lugar donde vivía; además, no imaginaba las penurias que tenía que pasar Vanesa, pues jamás había querido invitarlo a su casa, ya que le daba pena, mostrarle su miserable vida.
Ares ya le había ofrecido comprarle un apartamento, pero ella siempre lo rechazaba alegando que no quería aprovecharse de él, aunque no dudaba en aceptarle dinero.
La realidad era que Vanesa, no aceptaba el apartamento, y no había invitado a Ares a su casa, ni lo invitaría, porque no podía permitir que él descubriera que estaba casada.
Conocía a los dos, y antes de matarse mutuamente, primero acabarían con ella, y era un riesgo que Vanesa no podía correr, es por eso que no le permitía ver a Ares sus shows en el bar, y lo hacía dejarla en el parque de un barrio donde ella jamás ha vivido, por lo que nadie la conocía.
Dicen que el amor es ciego, y en Ares no es una metáfora.
Él realmente confiaba ciegamente en su novia, y era demasiado seguro de si mismo como para desconfiar.
Jamás traicionaría su confianza haciendo algo que a ella le disgustara, y la vida le mostraría que eso sería su mayor error.
Desesperado por llegar a la casa de su madre, que queda al otro extremo de la ciudad, Ares toma un desvío, así que decide ir por un barrio cercano, a la estación principal del tren.
Por suerte, las calles, a esas horas, estaban casi vacías, lo que le permitía avanzar sin problema.
Se detiene en un semáforo, esperando que cambie para continuar su camino, mientras no deja de pensar, en lo que le dirá a su madre, Jazmine, para que se convenza de que Vanesa es el amor de su vida, y debe respetar su decisión de querer casarse con ella.
Mira la hora, y los segundos en el semáforo, le parecen eternos. Involuntariamente, mira hacia la ventanilla, y se olvida de su afán, al centrarse en una mujer que está sentada en la parada de autobús, vestida con una túnica extraña, con su largo cabello suelto, y un rostro angelical.
—¡Parece un ángel! —Piensa en voz alta, al ver a la preciosa mujer, que no deja de admirar, pues jamás había visto a alguien tan hermosa y tierna a la vez.
Ni siquiera Vanesa. Solo ver a esa joven le transmitía una sensación de paz, y alegría que no podía explicar.
De pronto suena su teléfono, sacándolo del trance en el que estaba.
Contesta y es su nueva publicista, Adriana Baptista, la hijastra de un empresario de renombre, Isaías Hermswort, quien había entrado hace poco a Walton’s car, por orden directa de su madre.
—Adriana, estas no son horas de llamar. ¿Qué quieres?
—Lo siento, Ares…
—¿Ares?, ¿desde cuándo, por ser la publicista de mi empresa, te tomas tantas atribuciones?
—Lo siento, Sr. Walton, no volverá a pasar. Me atreví a llamarlo a esta hora, porque quería recordarle que mañana será la junta de asociados, y quería saber si debo prepararme para presentar el nuevo proyecto.
—¿Y para algo que pudiste preguntarle a mi secretaria, me has llamado? —Le pregunta Ares furioso, convenciéndose cada día más del error que fue contratar a Adriana, quien a su parecer era una buena chica, pero demasiado lenta para estar en su equipo de trabajo.
Lo que no sabía, es que ella solo actuaba así, con él, pues Adriana estaba perdidamente enamorada de él, y no podía evitar que sus pensamientos se obstruyeran, de solo escuchar el nombre de Ares Walton.
—Lo siento, señor, ha sido mi error. —Le dice la pobre Adriana, muy triste al darse cuenta de que nuevamente ha quedado como una tonta ante el hombre de sus sueños.
Ares no pierde más el tiempo, y cuelga, fijando su mirada rápidamente en la parada de bus, donde ya no está la mujer que esperaba seguir viendo.
—¿A dónde se ha ido? ¿Acaso fue una alucinación?
Arranca el auto, quedando con la inquietud de querer conocer a esa chica. Pues no solo se trataba de su belleza, algo en ella le causaba curiosidad; sin embargo, lo mejor era que la olvidara, pues una desconocida no podía desviar su atención de lo realmente importante.
¡Casarse con Vanesa!
…
Muy impaciente, entra a la casa de su madre.
—Señor, ha venido. ¿Se quedará? —Le pregunta una de las empleadas, que no se le hace para nada extraña la presencia de Ares, a esa hora en la casa de la señora Walton.
—No, solo he venido a hablar con mi madre. ¿Dónde está?
—En el estudio, señor, como todas las noches. No debe tardar en subir a su habitación.
—¡Gracias! —Ares no vacila en ir al encuentro con su madre, que no parece sorprendida al verlo irrumpir en el estudio.
—¡Hueles a cantina de mala muerte! —Le dice Jazmine a su hijo, sin dedicarle una sola mirada. —¿Acaso estabas con la cantante?
—Se llama Vanesa, mamá. Y, “hola”, para mí también es un gusto saludarte.
—No viniste a esta hora para saludarme. Más bien, ¿por qué no vas al grano, Ares? —Dice Jazmine, aún concentrada en los documentos que ojea.
—Ok. Como quieras. Vine a decirte que le acabo de proponer matrimonio a Vanesa.
Por primera vez, Jazmine levanta la cabeza, impresionada por la estupidez que acaba de decir su único hijo.
Su orgullo.
El hombre que ella tanto se esmeró en criar, y que ahora no podía ni ver, a causa de una cantante de dudosa reputación, que desde su aparición, solo había causado que la relación con su hijo se quebrara.
—¡Sobre mi cadáver!, ¡jamás permitiré que te cases con esa mujerzuela! Antes soy capaz de quitarte todo lo que te pertenece, y dárselo a Daniel. —Escucharle decir esto a su madre lo enfureció en verdad.
Ares la conocía perfectamente, y sabía que lo que decía, lo cumplía.
Sería capaz de entregarle a su hermanastro, todo lo que a él, por derecho, le corresponde; sin embargo, no estaba dispuesto a ceder.
No era un chiquillo al que su madre podía manejar a su antojo.
Era un hombre de éxito, que también había acumulado dinero con sus propios logros.
—Si esa es tu decisión mamá. Desde mañana dejaré mi puesto y cederé mi herencia a tu querido Daniel, ya veo que el hijo de tu difunto esposo te importa más que tu propio hijo. —Decirle esto a su madre, le dolía, por qué no soportaba a ese aparecido de Daniel Page que solo era un hipócrita, que desde hace mucho buscaba quedarse con la herencia de los Walton.
—¿Es tu última palabra, Ares?, ¿dejarás todo por esa mujer? —Jazmine lo mira con temple, y Ares le devuelve la mirada. Esta es una batalla que ninguno está dispuesto a perder.
—Si madre. No necesito ser dueño de Walton’s car, ni todos tus millones. Yo mismo puedo labrarme mi propio camino. Tampoco soy un mantenido. Tengo mis propias cosas. Puedo arreglármelas solo.
—Error querido hijo. Creo que no me he hecho entender. Si renuncias a tu destino como heredero de Walton’s car, eso significa que renunciarás a todo lo que has logrado con el dinero de la empresa. Poniéndolo en esos términos, ¡nada te pertenece! Todo lo que tienes lo has comprado con el dinero, obtenido de tu trabajo en Walton’s car. Trabajo que conseguiste gracias a que eres mi hijo, y a qué te formaste, estudiando en las mejores universidades pagadas por mí.
—¡Madre! —Por primera vez, Ares entiende a su madre.
Esto no se trata solamente de desheredarlo, se trata de dejarlo en la calle y declararle la guerra si se casa con Vanesa.
—Parece que por fin has entrado en razón. —Le dice Jazmín, al ver que no refuta. Lanza un largo suspiro que le permite calmarse y se levanta, y camina en dirección a su hijo. —No eres un niño Ares, ni eres cualquier persona. Tú eres el único heredero Walton, y tú deber es hacerte cargo de la empresa, y para eso, debes casarte con quien debas, no con quien quieras. Darle al apellido Walton, un heredero digno. Es por eso que al ver que no puedes controlar tu corazón. Yo decidiré por ti. Si tienes tantas ganas de casarte, está noche, lo pensaré, y mañana después de la junta, te informaré de la esposa que escogeré para ti. —Pone una mano sobre el hombro de Ares. —Ahora ve a tu casa y descansa. Serán muchas cosas con las que deberás lidiar el día de mañana.
Jazmine, sale del estudio y deja a Ares solo, y preocupado.
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