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Del Dolor Nació la Diosa de la Venganza romance Capítulo 5

Nelson bajó la mirada, su expresión era impasible mientras recogía con el tenedor una ramita de verdura verde y brillante, sin mostrar el menor interés.

Gisela lo observó de reojo.

Por dentro, solo esperaba que Nelson olvidara lo ocurrido en la habitación hace un rato, ahora que ya no insistía en discutir con él en la mesa.

Después de todo, tanto ella como Aitana solo podían quedarse en la familia Tovar por ahora.

La familia Tovar ya estaba prácticamente bajo el control de Nelson, y si lo hacían enojar, ni ella ni Aitana la pasarían bien.

Apenas había comido un par de bocados, cuando Arturo, de pronto, preguntó:

—Oye, Nelson, este viaje a San Cristóbal del Estero, ¿crees que tienes todo bajo control?

La respuesta de Nelson fue concreta:

—Sí, voy a regresar con los resultados que esperan.

Arturo, orgulloso de su nieto a quien había criado como a un hijo, asintió y dibujó una sonrisa.

—Me parece bien. Sé que en lo que respecta a la empresa, nunca me vas a decepcionar.

Pero, de repente, cambió el tono y añadió:

—Aunque, este viaje a San Cristóbal del Estero… ¿no será que llevas otra intención?

Esta vez, Nelson no contestó de inmediato. Se quedó callado unos segundos antes de responder con voz baja y tranquila.

—Sí. Romina me pidió ayuda. Parece que tiene un problema.

Escuchar el nombre de Romina de los labios de Nelson no provocó ninguna reacción en Gisela. Al contrario, sintió una calma extraña, como si pudiera mirar la relación entre Nelson y Romina desde fuera, sin que le afectara.

Arturo meditó un momento antes de decir:

—Tú y ella...

—Abuelo —lo interrumpió Nelson sin rodeos—, ese es un asunto entre Romina y yo. No hace falta que los demás se metan.

Gisela tuvo que admitirlo: desde la perspectiva de Romina, Nelson era, sin duda, un buen hombre.

Romina se había marchado al extranjero por motivos de trabajo y estudios durante años.

A pesar de eso, Nelson nunca dejó de pensar en ella, y durante todo ese tiempo jamás se le relacionó con ninguna otra mujer.

Incluso después de que Gisela y Nelson se vieran obligados a estar juntos y tuvieran a Fabi, el corazón de Nelson seguía siendo solo de Romina.

Ahora, Nelson ni siquiera permitía que su propio abuelo, la persona que lo había criado, opinara sobre su relación con Romina.

Seguramente Nelson había regresado tarde del trabajo.

Entre sueños, el golpeteo en la puerta la hizo despertar.

Encendió la luz y se incorporó.

—Adelante.

Una de las empleadas apareció en la entrada, con un tono arrogante:

—Señorita Gisela, parece que el señor Nelson llegó borracho. ¿Quiere que le preparemos una sopa para que se le baje la borrachera?

Gisela bajó la mirada y guardó silencio.

En el pasado, para ganarse el cariño de Nelson, siempre preparaba ella misma esa sopa cada vez que él volvía de alguna reunión de trabajo.

Jamás permitía que nadie más lo hiciera. Quería encargarse de todo y ver con sus propios ojos cómo Nelson se la tomaba.

Pero ahora, ya no tenía ganas.

Se recostó de nuevo, cerró los ojos y habló con total tranquilidad.

—Prepárenla ustedes. Estoy cansada.

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