Entrar Via

Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1056

Lara ya no tenía cabeza para el trabajo. Apenas pidió permiso, agarró su bolso y salió del laboratorio a toda prisa, directa rumbo a su casa.

Mientras caminaba por la calle, un torbellino de rabia la tenía atrapada. No podía dejar de pensar en cómo Samanta había conseguido, así de fácil, el trece por ciento de las acciones de la empresa de su papá. Aunque no lograra casarse con alguien de la familia Ruiz, esa sola cantidad le bastaría para vivir tranquila el resto de su vida.

¿Y ella? Su propio papá ni siquiera le había dado el uno por ciento. ¿Cómo se suponía que debía aguantar esa diferencia tan descarada? Tenía que volver a casa y planear con su mamá cómo revertir la situación.

...

En la casa de Samanta, justo acababa de irse el doctor junto con una enfermera. Samanta estaba recostada en el sofá, cubriéndose el brazo donde le acababan de aplicar una inyección. Había pasado casi toda la semana recuperándose.

La llamada de Lara la había alterado. Samanta ya se imaginaba que, apenas Lara y su mamá se enteraran de lo de las acciones, iban a buscar pleito sin dudarlo.

Ahora, con las acciones de la familia Báez firmemente en sus manos, ni loca pensaba soltarlas.

En ese momento, el celular de Samanta sonó. Al ver el número, se le torció la cara de disgusto: era su mamá.

No contestó, pero apenas terminaron de sonar las llamadas, dos minutos después le llegó un mensaje de Daniela.

[Hija, pásame un millón de pesos a la tarjeta, lo necesito urgente.]

Samanta vio el mensaje de su mamá y aventó el celular al sillón. Qué ganas de haber podido frenarle las apuestas desde mucho antes. Por dejarla hacer lo que quería, ahora tenía una mamá adicta al juego, cada vez metida en problemas más grandes, y siempre molestando solo para pedir dinero.

Suspiró. Sobre la mesa vio unos contratos de publicidad que Noelia había dejado. Tomó uno, lo revisó por encima y, al final, marcó el número de Noelia.

—Acepto el del piano, encárgate de contactar al cliente y ciérralo tú.

—Perfecto, yo misma busco a alguien de inmediato. Samanta, en serio, ya no seas tan exquisita, dale una oportunidad a los otros anuncios también.

Sintió que el corazón se le apretaba. Si no hubiera conocido a Gaspar, Lionel habría sido el candidato perfecto para casarse. Recordó la vez que Lionel, con los ojos rojos de tanto llorar, le dijo:

—Mientras tú no te cases, yo voy a estar aquí, esperándote.

Pero ella solo pensaba en conquistar a Gaspar, dejando de lado el cariño sincero de Lionel. Ahora, lo lamentaba. Lamentaba no haberle dado una oportunidad.

Si un año antes hubiera aceptado a Lionel, hoy sería la prometida de la familia Cáceres. Paula jamás hubiera tenido chance.

Las lágrimas de arrepentimiento le temblaban en los ojos. Qué ingenua había sido, aferrándose a un hombre que nunca la quiso, y perdiendo a quien de verdad la amaba.

—Gaspar, seguro en otra vida te quedé debiendo algo, porque en esta ya llevo media vida gastada detrás de ti —masculló Samanta, mordiendo los labios, frustrada.

Volvió a tomar el celular. Abrió la galería y se fue hasta las fotos más viejas. Ahí estaba, su juventud atrapada en imágenes. Encontró una foto de Gaspar, de cuando tenía diecinueve años: parado en el pasillo del laboratorio, con una camisa blanca impecable y esa mirada tan madura y tranquila, tan diferente a otros chicos de su edad.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica