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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1058

Samanta apretó los labios, el recuerdo de aquella conversación con Gaspar sobre las acciones aún le pesaba. Él mismo le había explicado cada cláusula del contrato, como si le estuviera dando de probar, una a una, cucharadas de veneno disfrazadas de miel. Y ella, ingenua, se sentía feliz en ese entonces.

Bien pudo haberle dejado el asunto a un abogado o a un asistente, pero eligió hacerlo él mismo, lo que para Samanta le daba un significado especial.

¿Quién imaginaría que lo que le dio no era dulce, sino puro veneno?

Ahora, repasando todo en su mente, estaba segura de que ese contrato traía trampas ocultas, listísimas para arrebatarle todo en cualquier momento y obligarla a seguir cediendo ante Gaspar.

El color se le fue del rostro. De repente, Micaela apareció en sus pensamientos. Ahora mismo, Micaela trabajaba en el laboratorio de Gaspar. ¿Sería que Micaela estaba aprovechando la situación para vengarse?

Bastaría con que ella pusiera cualquier pretexto para llamarla a sacar sangre. Seguro era eso. Micaela estaba cobrándose lo que pasó hace años.

...

A la mañana siguiente.

Samanta llegó puntual al laboratorio, cargando su bolso. En lugar de ir directo a la sala de extracción, se encaminó al despacho de Micaela. Al escuchar la puerta abrirse de golpe, Micaela levantó la vista. Samanta, con los brazos cruzados, la miraba con una mezcla de rabia y desafío.

—¿Se te ofrece algo? —preguntó Micaela, con una calma que parecía imperturbable.

—Dime, Micaela, ¿fuiste tú la que sugirió que me hagan análisis de sangre periódicos? —Soltó Samanta, con el tono tan cortante que hasta el aire se sentía tenso.

Micaela frunció el ceño.

—Es un requisito del experimento. No tiene nada que ver con asuntos personales.

—No te hagas, Micaela. ¿No es esto solo tu forma de vengarte de mí? —La voz de Samanta rebosaba sarcasmo.

Micaela se puso de pie, mirándola de frente sin titubear.

—Samanta, no inventes cosas. Solo hago mi trabajo de investigación. Te pido que coopere y vayas a la sala de extracción, no tengo tiempo para tus dramas.

—¿Y tú quién eres para exigirme nada? ¿Qué me vas a dar a cambio? No tienes derecho a pedirme nada —Samanta sentía que la rabia la quemaba por dentro.

—No te estoy exigiendo nada. Solo espero que me ayudes, nada más —respondió Micaela, con voz impasible.

Samanta entrecerró los ojos, buscando el punto débil:

Capítulo 1058 1

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