En un abrir y cerrar de ojos, las más de diez piezas de la subasta benéfica se habían vendido. Samanta se llevó la pieza más cara de la noche.
La cena de gala comenzó oficialmente.
La música suave llenaba el ambiente, mientras el aroma de vinos de alta gama flotaba en el aire. Los invitados seguían platicando animadamente sobre los objetos que acababan de subastarse.
Micaela se acercó a Joaquín y preguntó:
—Joaquín, ya casi son las nueve. ¿Cuándo vamos a poder ver a la señora Natalia?
—Debe ser pronto —respondió Joaquín.
En ese momento, las luces cambiaron a un tono más cálido y tenue, típico de un baile. La música se transformó en una melodía lenta y rítmica, y las parejas comenzaron a entrar al centro del salón, listos para bailar.
Santiago, nervioso pero decidido, se acercó a Lara para invitarla a bailar. Lara, sin dudarlo, lo rechazó con la excusa de que no sabía bailar. Santiago se quedó apenado, pero la mirada de Lara se posó con anhelo en Ramiro. Ella esperaba que fuera él quien la invitara.
De pronto, el celular de Joaquín vibró. Echó un vistazo al mensaje y se dirigió a Ramiro y Micaela:
—Ustedes dos, vengan conmigo ahora.
Micaela y Ramiro siguieron a Joaquín en dirección al segundo piso del salón.
Desde atrás, Lara los miró con celos. Ramiro no había apartado la mirada de Micaela en toda la noche.
Arriba, frente a una lujosa sala de descanso, había una pareja. Samanta acomodaba la corbata de Gaspar con esmero.
Al escuchar pasos, Gaspar volteó. Sus ojos se cruzaron con los de Micaela, quien estaba al lado de Ramiro. Bajo la luz, parecían una pareja perfecta.
Gaspar le habló a Samanta:
—Voy a entrar.
—Ok —respondió Samanta con una sonrisa coqueta.
Gaspar se adentró en la sala.
Samanta se acercó a Micaela, Ramiro y Joaquín:
—Señor Ramiro, qué gusto volver a verlo.
Joaquín se quedó boquiabierto. ¿No que Gaspar era el esposo de Micaela? El gesto de esa señorita acomodándole la corbata le parecía fuera de lugar.
Observó la expresión de Micaela; parecía completamente indiferente ante la escena, como si la cosa no fuera con ella.
—Señorita Micaela, tal vez tengan que esperar un poco —comentó Samanta en tono amable—. Gaspar quiere ver a la señora Natalia a solas.
De repente, Joaquín reconoció a Samanta:
—¿Eres la hermana de Lara, verdad?
Samanta sonrió:
—Sí, soy su hermana.
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