La tragedia de aquella noche no podía volver a repetirse.
En el camino, Micaela también se percató de la camioneta todoterreno que la seguía y comprendió que era un arreglo de Anselmo. Anoche se lo había mencionado; siempre era así de considerado, pero sin propasarse.
Al llegar a la entrada del laboratorio, vio que el vehículo verde militar se detenía a unos diez metros de distancia. Le envió un mensaje a Anselmo: [Vi el carro de tus hombres. ¿No será mucha molestia para ellos?]
[Proteger a científicos importantes también es nuestro deber] —respondió Anselmo al instante.
Micaela leyó la respuesta y no pudo evitar sonreír. Esa justificación tan oportuna le quitaba un peso de encima.
[Dales las gracias de mi parte.]
[Te mereces eso y más.]
Micaela sonrió para sus adentros. Sentirse tan valorada era, en verdad, muy reconfortante.
Al entrar al laboratorio, se sumergió en su trabajo. A mediodía, Adriana entró en su oficina con una lista de medicamentos y tratamientos que había investigado.
—Micaela, ¿tienes diez minutos para echarle un vistazo a esto? ¿Crees que estos remedios que elegí para mi hermano le ayudarán a recuperar el color de su cabello? —preguntó Adriana con gran seriedad.
Micaela no pudo negarse ante tal sinceridad. Vio que Adriana había investigado algunos medicamentos occidentales y remedios tradicionales. Aunque estos tenían propiedades para oscurecer el cabello, sin duda también tendrían efectos secundarios.
—Ya le dije a tu hermano que se haga un chequeo. Cuando tengamos los resultados, podrás pedirle a un médico que le recete un tratamiento profesional —le sugirió Micaela.
—Mi hermano odia los hospitales. ¿Crees que de verdad irá a hacerse un chequeo? —replicó Adriana, haciendo una mueca.
—Ya prometió que iría —aseguró Micaela.
Los ojos de Adriana se iluminaron y se acercó con entusiasmo.
—Micaela, ¿tan obediente se ha vuelto mi hermano contigo ahora?
La mirada pícara de Adriana la incomodó un poco. Bajó la vista y se puso a organizar unos documentos.
—Solo le recordé que debe cuidar su salud.
—Pues por eso te digo, solo a ti te hace caso —insistió Adriana, mordiéndose el labio con expectación—. Micaela, ¿no te has dado cuenta de que mi hermano de verdad…?

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