Samanta y Noelia regresaron al carro. Noelia soltó un suspiro de alivio.
—Por la mirada de Leandro, está muy interesado en ti. Tu plan para acercarte a él ha sido un éxito.
Samanta se llevó una mano al pecho, con una mueca de incomodidad. Al fin y al cabo, era un hombre de sesenta años. Cuando se le acercó, un olor a persona mayor la invadió, un aroma que le resultó desagradable.
Comparado con el perfume cautivador y fresco a cedro de Gaspar, el de Leandro le provocaba náuseas.
Noelia notó su malestar. Aunque Samanta tenía orígenes humildes y era hija ilegítima, los diez años de lujos y fama que Gaspar le había proporcionado la habían vuelto tan orgullosa como cualquier heredera de una familia adinerada.
—Samanta, piénsalo bien. Una vez que empiezas, no hay vuelta atrás. Ya que has provocado a Leandro, tienes que seguir este camino hasta el final —le advirtió Noelia. Ella también contaba con que Samanta se uniera a Leandro para que su propia carrera volviera a brillar.
Había apostado su futuro profesional de los próximos años en ella.
Samanta miró por la ventana sin responder. En su mente, las imágenes de Gaspar, Lionel y Jacobo, tan llenos de vida, apuestos y encantadores, se agolpaban. Y ahora, ella tenía que servir a un hombre mayor que su propio padre. Necesitaba valor.
En ese momento, el celular de Noelia sonó. Contestó la llamada.
—Hola, ¿qué pasa?
—Noelia, ¿te enteraste? En la lista de candidatos para la presidencia de la Cámara de Comercio también estaba el nombre de Leandro. Mis amigos de la prensa dicen que estuvo moviendo sus hilos en secreto para conseguir el puesto.
Noelia no estaba al tanto.
—¿Acaso a Leandro no le alcanza con su trayectoria?
—Claro que sí, pero nadie esperaba que apareciera Gaspar, un joven y prometedor contendiente, y le arrebatara el puesto que creía suyo.
—Entendido, dile a tus amigos periodistas que sigan de cerca esa noticia —dijo Noelia.
—No te precipites. Tienes que jugar un poco con él, mantenerlo interesado. Si lo consigues demasiado rápido, se aburrirá —le aconsejó Noelia, dándole una palmadita.
Confiaba en la habilidad de Samanta. De lo contrario, un heredero rico como Lionel no habría estado dispuesto a ser su segundo plato durante siete años.
...
En casa de Micaela, después de cenar, Pilar quiso practicar su escritura. Gaspar le enseñaba en el estudio del primer piso, ya que ella había pedido que fuera su papá quien la ayudara.
Micaela subió a trabajar un rato. A las ocho y media, bajó. Sofía acababa de cortar fruta.
—Señora, ¿podría llevarle este plato de fruta a Pilar al estudio?
...

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