Por el lado de Ángel, el desarrollo del fármaco había concluido con éxito, así que era de esperarse que Gaspar tomara cartas en el asunto.
Gaspar le había tendido una trampa a Samanta, una puesta en escena bien montada. Ella, por pura avaricia, había aceptado de sus manos el trece por ciento de las acciones del Grupo Báez como recompensa por su colaboración en el experimento.
La ambición de Samanta era enorme, y una participación en el Grupo Báez valorada en tres mil millones de pesos era justo lo que necesitaba para saciarla. Gaspar había impulsado la salida a bolsa del grupo precisamente con este día en mente.
Ahora, con el experimento terminado, el resultado de diez años bajo el yugo de Samanta era la bancarrota del Grupo Báez. Y con ello, el trece por ciento de las acciones a nombre de ella se convertía en humo.
La crisis interna del Grupo Báez había comenzado mucho antes, pero para mantener la calma entre los accionistas, Néstor se había esforzado por ocultarla. Sin embargo, las consecuencias de una bomba de tiempo así eran imposibles de esconder para siempre.
En la mansión de Samanta, el sonido de un vaso de cristal estrellándose contra el suelo rompió el silencio.
El vino tinto salpicó por todas partes. Temblando, abrió la aplicación de la bolsa en su celular. Cuando vio la noticia de que las acciones del Grupo Báez se habían desplomado hasta su límite, sintió que las piernas no la sostenían. Se apoyó en una mesa, jadeando con incredulidad.
—No puede ser, ¿cómo es posible?
Si esto era cierto, ¿significaba que su trece por ciento de las acciones ya no valía nada?
No, esta era la mayor fortuna que había logrado arrancarle a Gaspar a lo largo de los años, la base sobre la que pensaba construir su futuro.
Aunque la gestión de su padre no fuera la mejor, era imposible que las acciones de la empresa cayeran hasta ese punto. La única explicación era que una mano invisible estaba aplastando al Grupo Báez desde las sombras.
Un odio demencial brilló en los ojos de Samanta y, finalmente, maldijo entre dientes:
—Gaspar… eres un desgraciado.


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