Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1166

Sin embargo, hubo una noticia que sí le llamó la atención: después de la liquidación por bancarrota del Grupo Báez, y gracias al buen desarrollo de sus negocios en el extranjero, este fue adquirido por una emergente compañía de tecnología médica.

El Grupo Báez, como lo conocía, dejaría de existir, y su padre, Néstor, no tendría ninguna oportunidad de recuperarse.

Al pensar en esto, Samanta se sintió afortunada de haberse aferrado a tiempo a un ancla tan sólida como Leandro, que le había dado un respaldo y un lugar donde refugiarse.

Acarició el enorme anillo de diamantes que Leandro acababa de regalarle y que ahora llevaba en el dedo anular. Aunque Leandro era mayor, podía ofrecerle una vida de lujos, y eso era suficiente.

Ahora, empezaba a esperar con ansias. Según la costumbre de años anteriores, ya era hora de que Gaspar diera señales de vida. Aunque su relación era tensa, el contrato lo dejaba claro como el agua: la cláusula del regalo anual tenía validez legal.

Esta vez, tenía que pensar muy bien qué iba a pedir.

Ya podía irse de compras por las joyerías más exclusivas para ver si elegía diamantes o jade.

***

En el comedor del laboratorio, Micaela había quedado de verse con Ramiro Herrera. Mientras caminaba hacia él con su charola, de reojo vio dos figuras que se acercaban en su dirección.

Gaspar y Enzo también venían con sus charolas. Micaela se quedó helada por un segundo. «¿Qué hace él aquí?».

Pero Micaela apartó la vista rápidamente y se dirigió a la mesa de Ramiro. Apenas había dejado su charola cuando vio que Gaspar y Enzo caminaban directamente hacia ellos.

Gaspar, con una expresión completamente normal, como si casualmente hubiera encontrado ese lugar, se sentó con toda naturalidad en el asiento junto a ella, mientras que Enzo se sentó al lado de Ramiro.

La mesa para cuatro personas quedó completamente ocupada.

—Señor Gaspar, Enzo —saludó Ramiro, manteniendo la compostura.

—Doctor Ramiro, doctora Micaela, no les molesta si nos sentamos aquí, ¿verdad? —dijo Gaspar con un toque de amabilidad en la voz.