Ramiro guardó silencio por un momento y luego dijo en voz baja:
—Pero tu elección en ese momento también fue por responsabilidad hacia tu familia y tu hija.
—Pensándolo bien, no fue más que un sacrificio para sentirme bien conmigo misma —dijo Micaela con una sonrisa amarga.
—Entonces, ¿Gaspar actuaba de forma ambigua con Samanta para asegurarse de que ella estuviera dispuesta a donarle sangre a su madre? —preguntó Ramiro en voz baja, con una mirada inquisitiva.
Micaela se mordió el labio y, tras unos segundos de silencio, respondió:
—Esa fue su elección. Entiendo su desesperación por salvar a su madre. Si en ese momento hubiera sido sincero conmigo, habríamos enfrentado juntos el problema.
Ramiro la miró fijamente.
—Si hubiera sido así, Samanta seguramente habría exigido el título de señora Ruiz.
Micaela levantó la vista hacia Ramiro, sin saber qué responder.
Si Gaspar se lo hubiera confesado, y Samanta la hubiera confrontado con la posibilidad de la herencia genética de su hija, el resultado habría sido muy diferente. Sin duda, habría cedido su puesto como señora Ruiz por el bien de su hija, porque en ese momento no tenía el valor ni la fuerza para decirle que no a Samanta.
En cualquier circunstancia, su amor por su hija siempre estaría por encima de su propia vida; habría hecho cualquier concesión y sacrificio por ella.
—Entonces… ¿todavía lo odias? —preguntó Ramiro en voz baja.
Micaela negó con la cabeza.
—Odiar a alguien también es agotador. Ahora prefiero centrar mi energía en Pilar y en mi investigación —hizo una pausa y añadió con un toque de resignación—: Quizás ninguno de los dos tuvo la culpa, simplemente no estábamos hechos para ser marido y mujer.
Ramiro la observó. Sí, la mujer frente a él, con su mirada serena y decidida, ya no era la Micaela sumisa y resignada de su matrimonio. Había trazado su futuro con claridad, y ahora brillaba con luz propia.
Así es como debía ser.
Al terminar de comer, mientras salían por el pasillo, Micaela le dedicó a Ramiro una sonrisa tranquilizadora.
—Ramiro, de verdad, no tienes por qué sentirte culpable. Ahora mismo, estoy muy bien.

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