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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1221

Dicho esto, hundió el rostro en el pecho de Leandro, con los hombros temblando ligeramente. —Eres tú, Leandro. Solo tú me tratas bien y me das un apoyo. Si no fuera porque él todavía me tiene atada con un contrato, desearía no volver a verlo en mi vida.

Aunque Leandro sabía que sus palabras eran una mezcla de verdad y mentira, al menos eran agradables de oír. La ira en su rostro se disipó un poco. Le dio unas palmaditas en la espalda y dijo con voz más suave: —Ya, ya, ¿por qué lloras? Ahora que estás conmigo, no tienes que temerle a nadie. Haré que todo el mundo sepa que tú, Samanta, a mi lado, sigues siendo igual de glamurosa.

Samanta apretó los dientes en secreto. Parecía que no podía escapar de esta. Tenía que ir a la boda sí o sí.

—Está bien, haré lo que digas. Iré a cambiarme ahora mismo, te prometo que no te defraudaré —dijo Samanta, levantando la cabeza, secándose las lágrimas y forzando una sonrisa tierna—. Voy a arreglarme bien.

Samanta entró en el vestidor y respiró hondo. Si no podía evitarlo, entonces tendría que enfrentarlo con la cabeza alta.

Desde que estaba con Leandro, él no había escatimado en gastos en ropa y joyas. Samanta miró en el armario un llamativo vestido rojo de noche, de corte sirena y con un profundo escote en V. El vestido estaba cubierto de pequeñas lentejuelas que brillaban y resplandecían bajo la luz, deslumbrante y seductor.

Era una pieza única de una marca de lujo. Antes, para conseguir una pieza así, tenía que hacer malabares y regatear. Ahora, bastaba con que lo mencionara para que se lo enviaran a casa.

Esa era la sensación que daban el dinero y el poder. Antes se lo había proporcionado Gaspar, y ahora, lo obtenía de nuevo de la mano de Leandro.

Se paró frente al enorme espejo de cuerpo entero, se quitó lentamente la bata, revelando su curvilínea figura. Se admiró por unos segundos antes de ponerse el vestido. Comenzó a maquillarse con esmero y, al poco tiempo, se colocó un collar de diamantes verdes. Samanta se miró en el espejo, hipnotizada, mientras se acariciaba la mejilla con la punta de los dedos.

Finalmente había encontrado un aliciente para el día. Le demostraría a Gaspar lo hermosa que era, para que se arrepintiera de haber sido tan ciego y haberla ignorado.

También le demostraría a Lionel que la mujer a la que una vez idolatró seguía siendo igual de hermosa, igual de deslumbrante.

Imaginó si esos dos hombres se quedarían sin aliento por un instante al verla.

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