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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1234

Micaela se levantó de un salto, abrió la puerta de su oficina y corrió hacia el laboratorio. Se paró junto a Jeremías, quien no podía ocultar su emoción.

—Acabamos de completar treinta y dos pruebas de simulación. La respuesta de las neuronas que buscábamos alcanzó una consistencia del noventa y tres por ciento, superando con creces el umbral que esperábamos.

Micaela preguntó con calma:

—¿Cuál es el margen de error?

—El error está completamente controlado dentro de los límites de seguridad —respondió Jeremías, señalando la computadora—. Y lo más importante es que la onda neuronal que diseñaste formó un patrón de conexión estable con las áreas funcionales circundantes. Si el mayor Anselmo tiene las condiciones básicas para recibir señales externas, tendremos la posibilidad de despertarlo.

Micaela sintió que el corazón se le aceleraba de golpe. Por primera vez en tres meses, un rayo de esperanza iluminaba la realidad.

—Micaela, tenemos que hacer la siguiente prueba de inmediato —dijo Jeremías con urgencia, mirándola.

Micaela asintió. Esa noche, probablemente, tendría que volver a casa aún más tarde.

Le envió un mensaje a Gaspar.

[¿Puedes acostar a Pilar esta noche? Tengo que quedarme hasta tarde.]

[¿Qué tan tarde?] —preguntó él, sin rodeos.

[Probablemente después de la medianoche] —respondió Micaela, sin estar segura.

[Mando a Enzo a recogerte.]

[No es necesario, le pido a Franco que mande un chofer] —contestó Micaela, no quería molestar a su gente.

Gaspar insistió con otro mensaje.

[No confío en nadie más.]

Micaela frunció el ceño, pero no le quedó más remedio que aceptar.

[Está bien.]

Micaela continuó con las pruebas hasta altas horas de la noche. Los resultados fueron incluso mejores de lo esperado. Cuando salió del laboratorio con su bolso, ya era la una de la madrugada. La ciudad entera estaba sumida en un profundo sueño.

Enzo, sin embargo, la esperaba en la puerta con el carro, lleno de energía. Le abrió la portezuela con la cortesía de un caballero.

—Señorita Micaela, por favor, suba al carro.

—Muchas gracias por la molestia, Enzo —le dijo Micaela, agradecida.

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