Aeropuerto.
Micaela sostuvo la mano de su hija mientras iban al encuentro de Ramiro. Él, al ver a la pequeña, no pudo ocultar lo mucho que le agradó. Pilar también tuvo buena impresión de Ramiro; al final de cuentas, los niños también se fijan en las apariencias.
Justo antes de abordar el avión, Ramiro le compró un juguete a Pilar, lo que la hizo quererlo aún más.
Micaela, al notar que se llevaban bien, se sintió mucho más tranquila. Además, tener a alguien más que la ayudara a cuidar a su hija durante el vuelo era un gran alivio.
El vuelo transcurrió sin contratiempos y, en solo dos horas, ya habían aterrizado.
Apenas salieron del aeropuerto, Ramiro pidió un carro y salieron disparados rumbo a un hotel cinco estrellas cerca del Instituto de Ciencias Avanzadas, donde se hospedaron.
Faltaban dos días para la entrega del premio y Micaela decidió aprovechar para pasear con su hija y conocer la histórica Villa Fantasía. Ramiro, mientras tanto, se transformó en un auténtico niñero profesional. Caminando juntos, cualquiera habría pensado que eran una familia de tres.
...
En uno de los pasillos de las antiguas murallas, Micaela guiaba a Pilar, mientras Ramiro las seguía cargando las mochilas. De pronto, una mujer los detuvo con voz amable:
—Señor, la niña acaba de perder algo.
Ramiro se dio vuelta y vio que el pequeño llavero de peluche de la mochila de Pilar había caído. Le sonrió a la mujer.
—Muchas gracias.
—Su hija es preciosa —comentó la vendedora.
Ramiro se quedó un segundo en silencio, pero luego le devolvió la sonrisa.
—Gracias.
...
Al día siguiente, ya por la tarde, Micaela recibió una llamada de Gaspar. Él también había llegado a Villa Fantasía y, sin rodeos, le dijo que quería ver a su hija.
Micaela frunció el ceño. No esperaba que él la hubiera seguido, pero tampoco podía negarse a verlo; si lo hacía, podría volverse loco y hasta intentar llevarse a la niña. Ella solo deseaba que Pilar pudiera estar presente al día siguiente cuando recibiera su premio.
Esa noche, Micaela acordó encontrarse con Gaspar en un restaurante. Él llegó puntual.
Pilar se emocionó al verlo.
—¡Papá, papá!
Gaspar la abrazó con cariño y le dio un beso en la mejilla.
—¿Me extrañaste?
—Sí —respondió Pilar, con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Y si hoy te vienes a dormir conmigo al hotel? —intentó convencerla Gaspar.
El corazón de Micaela se aceleró. ¿Acaso pensaba arrebatarle a su hija?
—No quiero, quiero quedarme con mamá. Papá, ¿por qué no te quedas con nosotras? —Pilar ladeó la cabeza y lo miró con esos ojitos grandes y brillantes.
Gaspar pensó por un momento.
En cuanto Pilar escuchó la palabra “regalo”, sus ojos brillaron.
—¿De verdad? ¿Qué me trajiste?
Micaela apretó los puños, lanzando una mirada cortante a Samanta. Ella, fingiendo inocencia, solo miró a Gaspar y dijo:
—Gaspar, yo me adelanto. Pilar, te espero en mi cuarto.
Samanta no tenía prisa; sabía que con solo mencionar un regalo, Pilar acabaría buscándola.
Gaspar se instaló en la suite más lujosa del hotel e insistió en que Micaela y Pilar se mudaran con él, para cuidar mejor a la niña, pero Micaela se negó.
...
Cerca de las diez de la noche, Micaela fue a la habitación de Gaspar para recoger a su hija. Al llegar, vio que Pilar abrazaba un nuevo muñeco, regalo de Samanta.
Gaspar, al hablar con Pilar, se enteró de la existencia de otra persona: Ramiro.
Solo entonces comprendió que su esposa había salido de viaje de improviso, pero no sola: estaba con su hija y... Ramiro.
Mientras Pilar jugaba en el balcón, Micaela la observaba desde adentro.
De repente, una voz áspera sonó a sus espaldas.
—¿No crees que deberías darme una explicación sobre esa cita con Ramiro?

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica