La mano de Gaspar, sumergida en el agua, se apretó poco a poco hasta formar un puño.
La opresión en su pecho se hizo cada vez más clara, acompañada de una intensa sensación de impotencia que lo hizo jadear ligeramente.
Sabía que debía enfrentarse a la realidad, que debía aceptar la felicidad que ella había elegido, pero… simplemente no era fácil.
Gaspar se levantó de las aguas termales. Las gotas de agua resbalaron por su piel tensa. La brisa nocturna le trajo un escalofrío. Se puso un albornoz y regresó a la villa.
En la habitación, había algunos juguetes de su hija. Se agachó pacientemente para recogerlos y luego fue al mueble bar y se sirvió un whisky. El líquido ambarino se agitó en el vaso, reflejando la profunda preocupación en su rostro.
En ese momento, sonó una notificación en su celular. Era un mensaje de Enzo.
[Señor Gaspar, el mayor Anselmo ya ha regresado a Villa Fantasía.]
Los ojos de Gaspar se abrieron de par en par. Rápidamente, marcó el número de Enzo.
—¿Quién te lo ha dicho?
Al otro lado de la línea, Enzo respondió de inmediato.
—El Dr. Leiva me envió una lista de materiales. De paso, le pregunté si la señorita Micaela estaba en el hospital y me dijo que se había ido a casa, que el mayor Anselmo había regresado a Villa Fantasía esta tarde.
¿Solo Anselmo había vuelto a Villa Fantasía? ¿Micaela no había ido con él?
Dado el estado de salud de Anselmo, lo lógico sería que necesitara los cuidados de Micaela. Y dada su relación, Micaela no debería haberse separado de él en un momento tan crucial.
—¿Señor Gaspar? ¿Necesita algo más? —preguntó Enzo con cautela.
—No —dijo Gaspar secamente y colgó.
Se bebió el whisky de un trago y se acercó al ventanal. No entendía nada.
Micaela había luchado con todas sus fuerzas para salvar a Anselmo. ¿Por qué, en el momento en que más la necesitaba, no lo había acompañado a Villa Fantasía? Después de todo, él se había llevado a su hija y el trabajo que le quedaba era secundario.
A menos que…
Las pupilas de Gaspar se contrajeron bruscamente. Una suposición se formó en su mente: a menos que la relación entre Micaela y Anselmo no fuera tan íntima como él había imaginado.
Tragó saliva. La idea, una vez plantada, creció como la mala hierba en su corazón.

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