La borrachera en los ojos de Gaspar se había desvanecido, reemplazada por una seriedad nunca antes vista. Estaba a punto de decir algo más.
Pero el *ding* del elevador al llegar a su piso interrumpió la conversación. Micaela salió primero y Gaspar la siguió.
Cuando Micaela llegó a la puerta de su habitación y se disponía a abrir, la voz grave de Gaspar sonó detrás de ella.
—Buenas noches.
Aunque ella no había respondido su pregunta, era evidente que él estaba de buen humor, casi se podría decir que feliz.
Micaela respondió en voz baja, por cortesía.
—Buenas noches.
—El avión sale mañana a las diez —añadió Gaspar, dándole a entender que no necesitaba buscar otro modo de volver; podía tomar su avión privado.
Ella entró y cerró la puerta. Gaspar esperó a que la puerta se cerrara, y con una leve sonrisa en los labios, se dio la vuelta y entró a su propia habitación.
***
Después de una noche de sueño tranquilo y reparador, Micaela salió con su equipaje. La figura alta y esbelta de Gaspar estaba recargada en la pared del pasillo; no sabía cuánto tiempo llevaba esperándola.
—Deja que el chofer lleve el equipaje al carro. Vamos a desayunar —dijo él.
Micaela llevaba su bolso en una mano y una maleta ligera en la otra. Gaspar estiró el brazo y, antes de que ella pudiera reaccionar, le quitó la maleta y caminó delante.
Micaela frunció el ceño, pero lo siguió.
Gaspar le entregó el equipaje al chofer que esperaba en la entrada del restaurante y se giró hacia ella.
—Entremos a desayunar.
Micaela entró primero al restaurante. Tomó un plato, eligió algunas cosas que le gustaban y se sentó en una mesa junto a la ventana. Gaspar llegó poco después y, con toda naturalidad, se sentó frente a ella.
La noche anterior, Micaela había llegado a una conclusión. La ayuda que Gaspar le había brindado a Anselmo no había sido desinteresada. Por lo que Norberto había mencionado, se vislumbraba un futuro muy prometedor para la tecnología y la biomedicina. Gaspar, al frente de las empresas tecnológicas más avanzadas y con varias compañías y laboratorios biomédicos bajo su control, vería esto como una inversión muy rentable.
—Ahora que este proyecto termina, ¿ya pensaste qué vas a hacer? —preguntó Gaspar, entrecerrando los ojos.
Micaela ya lo había considerado. El proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina era demasiado grande, con muchas líneas de investigación. Sus energías eran limitadas, así que había decidido especializarse en su último descubrimiento: una investigación profunda para tratar enfermedades neurodegenerativas.
Micaela tomó un sorbo de café, lo pensó unos segundos y miró al hombre frente a ella.
—Quiero centrarme en la investigación de enfermedades neurodegenerativas. Probablemente tendré que desvincularme del actual proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina.
Hizo una pausa y añadió:
—Si crees que este nuevo proyecto no es una buena inversión, puedo dejar el Grupo Ruiz y buscar otra plataforma.
Gaspar se sorprendió un momento, pero luego una sonrisa asomó en sus ojos.

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