Poco después, entró a su oficina y vio un correo del ejército confirmando que la primera ronda de transición técnica comenzaría el próximo miércoles.
Durante los siguientes tres meses, Micaela se dedicaría por completo a finalizar la transferencia del proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina. Después de eso, tendría algo más de tiempo libre. Con las vacaciones de verano a la vuelta de la esquina, sería la oportunidad perfecta para recuperar el tiempo que no había podido pasar con su hija.
***
Esa noche, en la villa de Leandro.
Apenas entró, Samanta, vestida con un sensual vestido largo, se acercó a él como una mariposa y le tomó el brazo con familiaridad.
—¡Leandro, ya volviste!
Era como un canario enjaulado que Leandro mantenía en casa: para admirar, para entretenerse y para satisfacer su deseo de sentirse joven de nuevo.
Leandro le pellizcó la barbilla.
—¿Te portaste bien hoy?
—¡Claro que sí! —Samanta sonrió y le quitó el saco para colgarlo. En ese momento, sonó el celular de Leandro. Miró la pantalla y contestó—. ¿Hola?
—¿La cámara de comercio no tiene nada mejor que hacer? Puras cenas aburridas. No voy a ir —respondió Leandro con fastidio.
Cuando colgó, Samanta volvió a tomarle el brazo y, levantando su rostro perfectamente maquillado, le dijo con ojos expectantes:
—Leandro, estoy aburridísima. ¡Llévame a la cena para distraerme un poco!
Leandro frunció el ceño y bufó.
—Esos eventos no tienen nada de interesante.
—¡Llévame, por favor! —Samanta sacudió su brazo suavemente, con voz melosa—. Quiero conocer más gente, te lo ruego.
La súplica de Samanta lo enterneció y no tuvo más remedio que ceder.
—Está bien, está bien. Te llevaré.
Como si recordara algo, Leandro preguntó de repente:
—¿Crees que Gaspar y su exesposa vuelvan a casarse?

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