Adriana finalmente entendió.
—Entonces, ¿mi hermano lo tenía todo fríamente calculado desde el principio?
Florencia resopló.
—Fue una forma de compensar a Micaela. En ese entonces, estaba atado por lo de Samanta. No lo decía con palabras, pero lo demostraba con acciones.
Adriana se lamentó.
—¡Pero no es como que no pudiera hablar! ¿Por qué no dijo nada? Si lo hubiera hecho, a lo mejor ni siquiera se habrían divorciado.
—¿Y con qué cara iba a hablar de divorcio tu hermano? Fue Micaela la que lo pidió —le espetó Florencia, de mal humor.
Adriana miró a su madre, confundida.
—Mamá, ¿por qué se casó mi hermano con Micaela? Nunca me lo han contado bien. Siempre pensé que lo había hecho para pagar una deuda de gratitud, ¡pero ahora parece que de verdad la quiere!
Al tocar ese tema, Damaris volvió a suspirar con amargura.
—Si tu hermano la quería o no, en ese momento yo tampoco lo vi claro. Solo sé que se estuvieron viendo durante medio año. Tu papá todavía vivía y el padre de Micaela era su médico de cabecera. Se conocieron en el hospital.
—En ese entonces, esos dos jóvenes debieron sentir amor a primera vista. Se gustaban mutuamente. Si no, Micaela no habría dejado sus estudios para ir a cuidar a tu hermano después del accidente —especuló la abuela, ya que en esa época ella también estaba en el extranjero.
Damaris negó con la cabeza.


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