El cabello completamente blanco de Gaspar se había convertido en su sello distintivo en el círculo de los ricos, y las dos chicas lo reconocieron de inmediato.
El sol delineaba la fluida línea de sus hombros y cuello, así como la firmeza de su espalda y cintura. El uniforme de golf azul marino acentuaba aún más su esbelta figura.
Luego, se preparó para el tiro con elegancia, giró y ejecutó el movimiento en una secuencia perfecta.
Era una combinación de fuerza y gracia.
La pequeña pelota blanca salió disparada con precisión, trazando una parábola perfecta en el aire y quedó en una posición ideal.
Las dos chicas a un lado habían estado tomando fotos a escondidas. Luego, empezaron a animarse mutuamente.
—Anda, ve, anímate. Aprovecha la oportunidad y pídele al señor Gaspar que nos enseñe a jugar.
—No, ve tú, rápido.
La conversación de las dos chicas llegó a oídos de Micaela. No se habían percatado de su presencia, pues toda su atención estaba cautivada por Gaspar, que jugaba al otro lado del campo.
Micaela entrecerró los ojos para mirarlo. En ese momento, Gaspar se veía, en efecto, muy… deslumbrante.
Mientras las dos chicas seguían empujándose sin decidirse a actuar, Gaspar ya caminaba hacia ellas. Emocionadas, comenzaron a prepararse para acercarse y hablarle.
Pronto se dieron cuenta de que la mirada de Gaspar estaba fija en la mujer que se encontraba bajo la sombrilla junto a ellas. De repente, comprendieron que Gaspar tenía compañía. Avergonzadas, se sonrojaron y no se atrevieron a decir nada más.
Miraron a la mujer bajo la sombrilla. Vestía un uniforme de golf blanco, tenía un aire elegante y proyectaba una calma y serenidad imperturbables. Su perfil era de una belleza imposible de ignorar.
Gaspar se dirigió directamente hacia Micaela. Se había terminado la botella de agua que traía, así que, al ver la media botella que Micaela había dejado sobre la mesa, la tomó con naturalidad y bebió un sorbo. Después, se quedó con ella en la mano.
Micaela se dio cuenta y frunció ligeramente el ceño, pero no dijo nada.
—¿Cuándo nos vamos?
—Reservé en un restaurante para el mediodía, podemos irnos ya —respondió Gaspar con voz grave.
Después, ambos salieron del campo de golf y se dirigieron a un restaurante privado de ambiente tranquilo en las cercanías. Quizás por haber sido esposos, no había mucha incomodidad o tensión entre ellos. Incluso sin hablar, el ambiente se sentía natural y relajado.
Durante la comida, Gaspar no intentó sacar temas personales. Fue Micaela quien hizo algunas preguntas sobre Julián, pues quería saber más sobre el inversionista.
Gaspar respondió a todo con detalle, asegurándole a Micaela que podía aceptar su inversión sin ninguna preocupación.
Después del almuerzo, Gaspar llevó a Micaela de regreso a casa. Aunque se suponía que el día de hoy le pertenecía a él, Micaela se sentía un poco cansada.

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