Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1351

Olivia Serrano miró al hombre frente a ella. Tenía un rostro que se parecía en un ochenta por ciento al de Leandro; tanto el contorno como los rasgos faciales tenían un aire a él.

Sin embargo, no lo llamó de inmediato, sino que se limitó a observarlo.

Leandro dio un paso adelante bruscamente y la examinó de arriba abajo. Aunque su apariencia no era excepcional, pudo confirmar a primera vista que esa era su carne y su sangre, su linaje.

A veces, los lazos de sangre son así de extraños.

—Hija… —La voz de Leandro se quebró de repente por la emoción. Extendió la mano y tomó la de Olivia. Para un hombre de sesenta y cinco años, no había nada más estimulante que la aparición repentina de una hija biológica.

Era como si el destino, en su momento de mayor desesperación y vulnerabilidad, le hubiera concedido una hija, dándole una nueva esperanza y consuelo para el resto de su vida.

En ese momento, afuera, un carro negro entró sin problemas por la puerta principal. Era Samanta.

Hoy vestía un elegante vestido negro y se había esmerado en un maquillaje natural. Venía a almorzar con Leandro y a consolidar su posición.

—Señorita Samanta, el señor Serrano está atendiendo a unos invitados —le dijo un asistente, deteniéndola.

El rostro de Samanta mostró su descontento.

—¿Qué invitados? ¿Acaso ni yo puedo entrar?

Para los subordinados de Leandro, Samanta ya era considerada la futura señora Luciana, por lo que nadie se atrevía a detenerla sin más.

—Es que…

Antes de que el asistente pudiera terminar, Samanta ya había entrado al vestíbulo. Sin embargo, al llegar a la puerta, vio a Leandro sujetando firmemente la mano de una joven desconocida, con una mujer de mediana edad a su lado. Acto seguido, Leandro abrazó a la joven con fuerza.

La sonrisa en el rostro de Samanta se congeló al instante. «¿Acaso Leandro ya tiene una nueva conquista?».

«Y además, ¿una chica de apariencia y temperamento tan comunes? ¡Qué mal gusto!», pensó.

Confiada en que su presencia podía desplazar a cualquier mujer que estuviera cerca de Leandro, sonrió con suficiencia.