Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 165

—Señor Carlos, tome asiento—. Gaspar hizo un gesto cortés y, tras echar un vistazo a su reloj de pulsera, añadió—: Por favor, vaya al grano, tengo un compromiso en diez minutos.

Carlos se sorprendió un instante, pero enseguida soltó una ligera sonrisa.

—Señor Gaspar, creo que me malinterpretó. No vine a solicitar un puesto en su empresa.

La verdad, aunque entrar al departamento legal del Grupo Ruiz era el sueño dorado de cualquier abogado, Carlos ya estaba acostumbrado a su libertad y no pensaba convertirse en una pieza más de ese engranaje.

Gaspar no perdió el tiempo.

—Si tiene algo que decir, dígalo de una vez.

Carlos sacó una carpeta de su portafolio y la colocó con cuidado sobre la mesa.

—Estoy aquí en representación de su esposa, la señorita Micaela. Vengo para hablar sobre el proceso de divorcio.

El rostro de Gaspar se tensó. Sus ojos se clavaron en el documento sobre la mesa, pero no lo tocó.

—¿Estás seguro de que mi esposa quiere divorciarse?— preguntó Gaspar alzando la vista, su mirada afilada como cuchilla fija en Carlos.

—Fue la propia señorita Micaela quien me pidió redactar el contrato de divorcio. Ella ya firmó el documento, puede revisarlo si lo desea—. Carlos se puso de pie y, con ambas manos, le extendió el contrato al hombre frente a él.

Gaspar, entonces sí, tomó el papel, lo abrió y le echó un vistazo rápido. Al terminar, lo arrojó de regreso hacia Carlos.

—Necesito hablar esto con mi esposa antes de cualquier cosa— soltó Gaspar en tono cortante, dejando claro que la conversación había terminado.

—Perfecto, esperaré que su abogado se ponga en contacto conmigo—. Carlos recogió el contrato con calma y se marchó, como si ya hubiera previsto esa respuesta.

Sabía que estaba ante una batalla complicada. Tratar un divorcio con un magnate como Gaspar no era asunto sencillo, requeriría tiempo y esfuerzo.

Gaspar se levantó, fue hacia la ventana panorámica y apoyó la palma contra el vidrio. Sus nudillos se tensaron, la mirada oscura, tan densa como una noche de tormenta. Por fuera parecía tranquilo, pero por dentro hervía una tempestad.

Pasaron unos minutos antes de que su expresión volviera a esa calma imperturbable habitual. Tomó su celular y las llaves del carro, listo para volver a casa.

En el trayecto, la llamada de su madre lo sorprendió. Quería saber si esa noche iría a cenar a la mansión Ruiz, donde Pilar lo esperaba.

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