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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 233

—Mamá, ¿puedes venir con nosotros también? —Pilar miró a su mamá con esa carita suplicante, deseando que ambos la acompañaran.

—No puedo, mi amor, en un rato tengo que volver al trabajo —respondió Micaela, sonriendo con ternura.

Pilar no insistió más. Terminó de comer y enseguida Gaspar la llevó de la mano hacia la puerta.

No regresaron hasta cerca de las nueve de la noche. Gaspar volvió cargando a Pilar, y ella abrazaba con fuerza el regalo que Jacobo le había comprado.

—Papá, ¿no te quedarás con nosotras esta noche? —Pilar preguntó con los ojos enrojecidos, a punto de soltar el llanto.

—Tengo que ir a trabajar, princesa. Es para poder comprarte más regalos —Gaspar le acarició la cabeza y le limpió las lágrimas con paciencia y cariño.

—¡Bueno! —Pilar asintió, resignada, mientras apretaba su regalo contra el pecho.

—Ve a jugar con tus juguetes, mi niña —intervino Micaela, y luego miró a Gaspar—. Ven, necesito hablar contigo afuera.

Salieron juntos al patio. Micaela, seria, fue directa:

—Voy a buscar el mejor momento para contarle a Pilar sobre nuestro divorcio. No quiero que la sigas engañando.

El gesto de Gaspar se endureció de inmediato.

—No creo que sea buena idea, Micaela. Pilar aún es muy pequeña, podría lastimarla.

—Lo sé, pero tarde o temprano tendrá que enterarse —replicó Micaela, firme a pesar de la incomodidad.

Gaspar la miró con una intensidad que no dejó espacio para malentendidos.

—Micaela, ninguno de los dos quiere que Pilar sufra.

—Si llega el momento, seré yo quien hable con ella —remató Micaela, dándose la vuelta para regresar a la sala.

...

Fin de semana.

—Tengo que salir en un rato, de verdad necesito que tú lo hagas —insistió Leónidas, con el rostro tenso y apurado.

No quedaba de otra, así que Micaela aceptó. En cuestiones de trabajo, no se echaba para atrás, aunque Gaspar estuviera delante.

Sabía que tenía que aprender a separar las cosas y aceptar que, mientras él fuera el papá de Pilar, siempre habría algo que los conectara.

En la sala, Gaspar ocupaba el asiento principal. Micaela encendió el proyector, abrió su presentación y comenzó a exponerle el informe.

Con las persianas cerradas, el lugar estaba a media luz. La figura de Micaela se recortaba nítida bajo el brillo del proyector.

Su voz clara y serena inundó la sala, capturando la atención de todos, pero sobre todo la de Gaspar, quien no apartaba la mirada de ella. Tenía los dedos apoyados en el mentón, y aunque parecía escuchar atento, era difícil saber qué pasaba en realidad por su cabeza.

Después de una hora de exposición, Micaela recogió sus papeles y anunció:

—Eso es todo por hoy. Me retiro.

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