Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 269

Micaela acababa de subirse al carro cuando recibió una llamada de Gaspar. Sin dudarlo, la rechazó.

Si él pretendía buscarle explicaciones por Samanta, Micaela no iba a darle el gusto.

Sin perder tiempo, manejó directo a la escuela para pedirle a la maestra Érika que platicaran a solas.

Dentro de la cafetería, luego de oír lo que Micaela tenía para decir, la expresión de Érika se transformó en pura sorpresa.

—¿Cómo? ¿La señorita Samanta es... la tercera en discordia de tu esposo?

Micaela asintió con seriedad.

—Así es. Ella se acercó a mi hija con toda la intención. Por eso, para proteger a mi niña, te quiero pedir un favor, maestra Érika: si Samanta llega a aparecer en la escuela, por favor avísame de inmediato.

Érika ya tenía familia e hijos, así que sintió empatía por la situación de Micaela. Jamás habría imaginado que una pianista tan famosa como Samanta fuera, en realidad, la amante que se metió en el matrimonio.

—Entiendo, Micaela, puedes estar tranquila. Te avisaré en cuanto ella pise la escuela, te lo prometo —respondió con convicción.

Micaela sintió alivio. Ahora, gracias a Érika, si Samanta intentaba acercarse a la escuela, ella lo sabría de inmediato y podría llevarse a su hija antes de cualquier encuentro.

Había considerado cambiar de escuela, pero Samanta tenía recursos y contactos. Cambiar a Pilar de plantel no era la solución.

...

Por la tarde, Micaela invitó a Emilia a salir a distraerse un rato. Cuando Emilia le contó que le había arrojado un vaso de agua a Samanta en la cara, Micaela no pudo evitar aplaudirle.

—¡Bien hecho! Ese tipo de personas se lo tienen bien merecido.

—Si me aguanto que me quite al marido, pero a mi hija jamás se la voy a dejar —añadió con firmeza.

—¿Acaso no puede tener hijos propios? ¿Por qué está alentando a Gaspar para que le quite la custodia de Pilar? ¿O quiere hacerse pasar por la madrastra abnegada? —bufó Emilia, indignada.

Micaela sospechaba que Samanta solo quería aparentar ante la familia Ruiz, construirse la imagen de “buena madrastra”.

En ese momento, el celular de Micaela vibró con un mensaje inesperado. Al revisar la pantalla, se detuvo por un instante.

[Señorita Micaela, tengo que ir de trabajo a Ciudad Arborea. ¿Podríamos vernos este sábado por la noche?] Era un mensaje de Anselmo.

—¿En qué andas pensando? ¿Quién te escribió, un galán? —se burló Emilia.

Micaela le mostró el mensaje y Emilia soltó un gritito.

—¡No inventes! ¿Anselmo ya te está tirando la onda?

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