Micaela sentía el corazón acelerado. ¿Gaspar iba a invertir en su proyecto de laboratorio? Con el dinero y la influencia que tenía él, sería el inversionista ideal, sin duda. Pero, en el fondo, Micaela lo rechazaba completamente.
No quería tener ningún tipo de relación con Gaspar, ni profesional ni personal.
—Está bien, Ramiro, pídele permiso al jefe por mí —le dijo Micaela, deteniendo la conversación.
Solo podía rezar para que el inversionista no fuera Gaspar. Aunque el elegido tuviera menos recursos, después podría atraer a otras empresas interesadas en sus investigaciones.
Decidió que ya no tenía caso quedarse ahí. Tomó las llaves del carro y bajó rápidamente para irse antes de que alguien intentara detenerla.
...
Eran las cuatro y media de la tarde cuando recibió un mensaje de Ramiro:
[Mica, prepárate. Gaspar está muy interesado en invertir y el doctor Leiva también está emocionado con la idea. Parece que lo van a aceptar.]
Aunque Micaela estuviera nerviosa, ya no podía hacer nada para cambiar esa decisión. Solo le quedaba esperar a que Gaspar terminara la evaluación del proyecto y diera su veredicto.
Un poco más tarde, después de recoger a su hija, Micaela apenas había llegado a casa cuando Sofía se le acercó:
—Señora, la señorita Adriana acaba de llegar.
Micaela se quedó sorprendida y miró desde la baranda del segundo piso hacia la sala. La hermana menor de Gaspar, Adriana, había venido de visita sin avisar.
De esa cuñada, que siempre andaba viajando y rara vez se dejaba ver, Micaela solo sabía que le encantaba recorrer el mundo y que solo venía a casa en fiestas navideñas. Desde que se casó, apenas había tenido trato con ella.
—¿No está mi hermano en casa? —preguntó Adriana al entrar, mirando a su alrededor.
—Todavía no ha regresado —contestó Micaela mientras bajaba la escalera.
En ese instante, Pilar corrió emocionada y se lanzó a los brazos de su tía.
—¡Tía, tía! —gritó Pilar, abrazándola con fuerza.
—¿Me extrañaste? ¿O ya hasta te olvidaste de tu tía? —le dijo Adriana, levantando a la niña para examinarla con cariño—. ¿Quieres salir hoy conmigo a cenar?
—Sí, quiero salir a cenar —Pilar asintió, con los ojos brillando de emoción.
—Perfecto, esta noche cenaremos fuera —le respondió Adriana, tocándole la frente con cariño.
—El señor dice que va a cenar fuera.
Micaela ya lo sospechaba. Seguramente Adriana lo habría contactado, aunque no dijo nada. Justo en ese momento, su celular comenzó a sonar. Vio el nombre en la pantalla y contestó:
—¡Hola, Emilia!
—Me acabo de ganar una buena bonificación, ¿vamos a cenar juntas? —la voz de Emilia sonó animada del otro lado.
A Micaela le venía perfecto salir y despejarse, así que aceptó sin dudar:
—¡Claro! ¿A dónde vamos? Ya estoy lista para salir.
—Hoy te invito a una cena de lujo —le dijo Emilia, con tono triunfal.
Poco después, Emilia le mandó la dirección. Era un restaurante elegante en Ciudad Arborea, justo en el centro comercial más exclusivo de la ciudad.
Se encontraron en la entrada del centro comercial. Micaela iba cruzando la calle cuando vio a Emilia saludándola desde la otra acera. En ese instante, una niña saltando llamó su atención.
Se quedó mirando... y al fijarse bien, se dio cuenta de que era Pilar, su hija.

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