Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 338

Ramiro se acomodó los lentes con un gesto suave y soltó una sonrisa genuina.

—Estoy seguro de que vas a lograr grandes cosas otra vez.

Micaela ya estaba por irse cuando Ramiro la llamó con voz grave y serena.

—Micaela, Jacobo es una buena persona. Si quieres empezar de nuevo, te deseo lo mejor.

Micaela se quedó un momento sorprendida. Quiso volver para aclarar algo, pero Ramiro ya se había marchado, su figura alejándose con prisa, como si no quisiera mirar atrás.

Con un suspiro que le brotó del alma, Micaela caminó hacia el baño.

Apenas entró a uno de los cubículos, escuchó las voces de Lara, Verónica y otras compañeras fuera.

—¿Ya vieron el chisme de Micaela y el presidente del Grupo Montoya? —dijo una, con tono burlón—. ¡Qué rápida es! Ni tiempo perdió para empezar su segunda vuelta.

—Sí, ¿verdad? —la asistente de Lara no se quedó atrás y soltó veneno—. Apenas se divorcia y ya anda con el heredero de Grupo Montoya. Qué habilidad la suya.

—¿Pero no que Micaela era ama de casa? ¿De dónde sacó tanto talento? —agregó otra con incredulidad.

—Pues la neta, Micaela sí sabe. Yo la vi hacer experimentos y es mucho más hábil que nosotras —comentó Verónica, intentando defenderla.

Lara soltó un resoplido despectivo.

—Si no fuera por su papá, a ver de qué sería capaz…

De repente, la puerta del cubículo se abrió y Micaela salió, tan tranquila como siempre.

—¿Por qué no me dices de qué sería capaz? —preguntó, mirándolas de frente.

Lara se quedó helada. Jamás imaginó que Micaela estuviera ahí, escuchando todo.

Micaela se acercó a los lavabos y comenzó a lavarse las manos con calma, observando a las demás a través del espejo. Su mirada se clavó en Lara.

—¿Qué si no fuera por mi papá? Pues resulta que yo sí puedo resolver el problema de algoritmos que tú no pudiste en diez minutos, tengo artículos que la revista Nature me invitó a publicar y aquí tengo varias patentes a mi nombre. ¿Eso te basta o necesitas que te preste una calculadora?

El color se le fue del rostro a Lara. Sabía que cuando el papá de Micaela vivía, la inteligencia artificial todavía estaba en pañales y que Micaela no pudo haber recibido tantas enseñanzas de él. Pero no quería aceptarlo.

Micaela cerró el grifo y se sacudió el agua de las manos.

—Si de verdad tienen tanto tiempo para hablar de mi vida privada, mejor dedíquenlo a sus propios experimentos. Les sería más útil.

Le dirigió una mirada rápida a Verónica, que se sintió aliviada de no haber hablado mal de ella.

Micaela salió del baño. Lara apretó los puños, con el coraje a flor de piel.

—Ya ven, como ahora anda con Jacobo, hasta se atreve a hablarme así.

...

Micaela regresó al laboratorio y se sumergió en su investigación. Su mundo entero se redujo a los tubos de ensayo, las fórmulas y sus notas. Nada la distraía.

Al mediodía, Tadeo apenas entraba al comedor cuando su celular vibró. Contestó sin mirar quién era.

—¿Bueno? ¿Quién habla?

Del otro lado, una voz masculina y profunda preguntó:

—¿Está Micaela contigo?

Tadeo se quedó pasmado unos segundos antes de reaccionar.

—¿Señor Gaspar? ¿Es usted, señor Gaspar?

Gaspar no se inmutó.

—¿Dónde está Micaela?

Tadeo alzó la vista y justo vio a Micaela sentada sola con su charola de comida.

—Está aquí en el comedor.

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