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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 346

—Gracias, Sra. Zaira.

—Micaela, si logras que tu investigación tenga éxito, el prestigio de nuestro país en el ámbito médico subirá como la espuma —comentó Zaira con emoción—. Si tu papá pudiera verlo desde el cielo, seguro que estaría muy orgulloso de ti.

Esa noche, después de revisar la tarea de su hija, Micaela subió a trabajar a su estudio. Últimamente, una profesora de inglés había empezado a darle clases a Pilar, y la niña se había puesto mucho más aplicada.

A la mañana siguiente, Micaela le explicó a su hija que tenía una reunión muy importante ese día. Pilar la miró con seriedad y le apretó la mano con su pequeño puño.

—¡Mamá, tú puedes!

La niña era el soporte de Micaela, su fuente de fuerza y ternura. Micaela la abrazó y le dio un beso.

—Cuenta con eso, mi amor, mamá va a dar lo mejor.

...

La junta de evaluación de expertos comenzó.

Más de cincuenta personas habían acudido a la convocatoria. Micaela, tras una última revisión de sus notas, subió al estrado para exponer los resultados. Cuando mostró los datos más recientes del experimento, la sala se llenó de aplausos entusiastas.

Zaira y el Dr. Leiva intercambiaron una sonrisa cómplice. Era el momento de gloria para su laboratorio.

La exposición de Micaela fue brillante, cautivadora.

En la parte trasera del auditorio, Ramiro y Lara estaban sentados. Ramiro miraba a Micaela con admiración, mientras que Lara tenía el gesto tenso. Apenas un par de semanas antes, le había apostado a Verónica que Micaela no lograría ningún avance en tan poco tiempo, pero la vida le acababa de dar una cachetada.

Micaela volvía a sorprender a toda la comunidad médica.

Al terminar la reunión, varias figuras importantes del sector rodearon a Micaela.

—Señorita Micaela, este trabajo suyo va a revolucionar los tratamientos actuales —dijo un experto veterano, visiblemente emocionado—. A nombre de la asociación médica, le hago una invitación formal para que sea la ponente principal en el congreso de este año.

—Es un honor —respondió Micaela, estrechándole la mano.

La Dra. Zaira, exultante, no pudo evitar palmearle el hombro.

—¡Micaela, lo conseguiste! Este logro va a ponerte en el mapa internacional.

Micaela dibujó una suave sonrisa.

—Gracias a usted, Sra. Zaira, por apoyarme y dejarme dedicarme de lleno al proyecto.

Zaira soltó una risa breve.

—Bueno, hay otra persona a la que también hay que agradecerle.

Micaela se sorprendió.

—¿A quién?

—A Gaspar, por su tremendo apoyo económico —respondió Zaira, divertida.

La sonrisa de Micaela se desdibujó un instante. Gaspar, siendo empresario, solo hacía las cosas pensando en sus propios intereses.

A decir verdad, Micaela no sentía ninguna gratitud hacia él.

Más tarde, Ramiro fue a felicitarla. Micaela se alegró mucho de que él hubiera hecho el esfuerzo de asistir a su presentación.

En ese momento, el celular de Ramiro sonó y él se alejó hacia el jardín para contestar la llamada.

...

—¿De dónde sacaste la idea? ¿Otra vez de los apuntes de tu papá? —Lara apareció de repente, con voz cortante.

Micaela apenas le dirigió una mirada, sin querer perder el tiempo con ella.

Al ver que Micaela se marchaba, Lara no se contuvo y lanzó un comentario mordaz:

—Deja de actuar como si fueras la más decente de aquí. Si no fuera por la inversión de Gaspar, no estarías donde estás ahora.

El coraje le subió a Micaela y apretó los puños, lista para contestar. Pero una voz grave la interrumpió.

—Por fin me llamaste por mi nombre. Eso ya es un avance. Desde ahora, tratémonos así, ¿va?

Micaela mordió su labio, sin estar segura de poder aceptar el dinero que Natalia le había dejado. Tenía miedo de no estar a la altura de sus expectativas.

Jacobo, notando su incomodidad, le habló con suavidad.

—No cargues con esa presión. Mi tía siempre te admiró. Ese dinero es tuyo, no tiene nada que ver con ninguna institución.

—¿Y de cuánto estamos hablando? —preguntó Micaela, con voz temblorosa.

—Cincuenta millones de pesos.

—¿Perdón? Es demasiado —Micaela lo miró, completamente sorprendida.

—Mi tía solía decir que tu investigación valía cada peso. Creía que podrías cambiar la vida de millones de pacientes —suspiró Jacobo—. Tal vez ahora no lo necesites, pero la vida es larga. Usa el dinero cuando quieras.

—Gracias. De verdad, gracias a ti y a tu tía por confiar en mí.

En ese instante, Jacobo fijó la vista en otro punto y se quedó en silencio.

Micaela siguió su mirada. Gaspar había llegado sin hacer ruido y se encontraba hablando con Zaira y el Dr. Leiva, impecable en su traje.

Gaspar lanzó una mirada rápida hacia donde estaba Micaela, luego se dirigió a los doctores.

—Dr. Leiva, Sra. Zaira, les encargo que apuren el avance del laboratorio.

—Gaspar, Micaela ya está trabajando a todo lo que da, hasta ha bajado de peso —comentó Zaira, sorprendida de que Gaspar siguiera presionando.

—Quiero que el nuevo medicamento esté listo para pruebas clínicas en tres meses —dijo Gaspar, haciendo un gesto de despedida.

—¿No vas a felicitar a Micaela? —preguntó Zaira, con tono ligero.

—No puedo, tengo asuntos pendientes —respondió Gaspar. Sin mirar siquiera a Micaela, se dio media vuelta y se fue.

Zaira y el Dr. Leiva se miraron entre sí. Ese joven sí que no se andaba con rodeos.

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