Al final de la conversación, una de las compañeras soltó una frase que resumió todo:
—Definitivamente, Micaela es la más fregona.
...
Cuando ellas se marcharon, Lara quedó sola en el baño. Su cara estaba tan pálida que parecía enferma. Se apoyó en el lavabo, mordiendo los labios mientras las lágrimas, tercas, le corrían por las mejillas. Nunca antes la habían humillado de esa forma. Ese dolor era como una espina clavada en lo más profundo.
...
A las dos de la tarde, la sala de juntas estaba repleta de los jefes de cada departamento. Gaspar ocupaba la cabecera de la mesa, escuchando las exposiciones con una expresión seria y mirada que no admitía bromas.
Lara no estaba presente en esa reunión. Micaela, en cambio, se sentó en una de las últimas sillas, casi en el anonimato.
Leónidas fue el primero en tomar la palabra, explicando cómo había salido la conferencia de prensa. Durante su informe, no perdió oportunidad de destacar varias veces el desempeño de Micaela. Gaspar, por su parte, le lanzó más de una mirada, evaluándola con atención.
Micaela jugueteaba con su pluma, haciendo anotaciones distraídas sobre los papeles de la reunión. Su mente, sin embargo, vagaba lejos; pensaba en los pendientes que tenía con Héctor más tarde. Gaspar, recostado en la silla, mostraba una actitud relajada e incluso algo desinteresada.
De pronto, Leónidas la sacó de su ensimismamiento:
—Micaela, ¿puedes resumirnos los puntos principales de tu presentación de hoy?
A Micaela nunca le agradaban esas reuniones rutinarias. Por lo mismo, apenas y había puesto atención a la discusión. En su cabeza solo tenía los temas que debía tratar con Héctor en un rato.
El llamado de Leónidas no tuvo respuesta. Los supervisores la observaron, esperando que dijera algo. Micaela seguía escribiendo, como si nada. Leónidas, incómodo, tosió un poco y alzó la voz:
—Micaela.
Esta vez, Micaela sí lo escuchó. Levantó la mirada y se topó con todos los ojos encima. Se quedó unos segundos en blanco, sorprendida.
Gaspar apenas y curvó los labios, como si se entretuviera con la situación.
Leónidas se apresuró a suavizar el momento:
—No te preocupes, Micaela. Ya veo que hoy estás cansada, no hace falta el resumen.
En ese momento, la asistente Betina entró rápido y anunció:
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