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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 422

—¡Sí! Mamá me va a llevar a un viaje largo— exclamó Pilar, llena de entusiasmo.

Micaela bajó las escaleras desde el segundo piso. Al ver al hombre que sostenía a su hija en brazos, su expresión cambió, reflejando molestia.

—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó, sin ocultar su incomodidad.

—¿Quieres que las lleve hasta la base? —soltó Gaspar con esa voz grave suya.

Antes de que Micaela pudiera responder, Pilar alzó la voz:

—¡Papá! El señor Franco va a mandar a alguien a recogernos.

La cara de Gaspar se tensó, como si le hubieran dado un golpe inesperado.

—El trayecto es largo, y vas sola con Pilar...—insistió Gaspar, tratando de no rendirse.

—No hace falta —lo interrumpió Micaela, fastidiada, sin siquiera mirarlo.

Gaspar ya no dijo nada más. Se agachó, le revolvió el pelo a Pilar con cariño y le advirtió:

—Lleva puesto el reloj con teléfono. Si en algún momento quieres hablar conmigo, puedes llamarme.

—¡Sí, ya sé! —contestó Pilar, feliz.

Gaspar se incorporó y le dirigió unas palabras a Micaela:

—Si necesitas algo, puedes contactarme cuando quieras.

Micaela, como si no escuchara, acomodaba el termo de su hija. No le prestó atención a las palabras de Gaspar.

Él se inclinó y besó la frente de Pilar.

—Me voy, hija.

—¡Adiós, papá! —dijo Pilar, agitando la manita.

Gaspar miró a Micaela una última vez y se dirigió hacia la puerta del patio. Pepa, la perra de la familia, fue la única que lo acompañó hasta la salida.

Cuando Gaspar cruzó la puerta, Pepa salió tras él. Gaspar se agachó, le acarició la cabeza y le habló en voz baja:

—Vuelve adentro.

—Simón —respondió Micaela, sonriendo. También animó a Pilar a que saludara.

Simón, por dentro, no podía evitar la emoción. Mientras Micaela subía al avión con Pilar de la mano, su celular vibró.

[¿Ya subiste al avión?]

Micaela respondió:

[Acabamos de abordar. Yo pensé que viajaríamos en un avión comercial.]

[Mi papá no está usando su avión. Lo pedí prestado para ti.] —contestó Anselmo.

Micaela se quedó de piedra. ¿Qué? ¿Era el avión privado del mismísimo secretario de Estado?

El aire se le atoró en el pecho. Ese tipo de trato estaba muy lejos de lo que ella habría imaginado jamás.

En ese instante, le llegó otro mensaje de Anselmo:

[No te pongas nerviosa. Ahora eres parte del equipo nacional de investigación. Todo esto es porque estás haciendo algo grande por el país, así que mereces este trato.]

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