Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 446

Gaspar entrecerró los ojos, su voz sonó aún más distante.

—Perdón, no puedo decirlo.

Zaira se quedó boquiabierta. ¿Será que la persona que quieren salvar tiene un estatus muy delicado?

Sin decir más, Gaspar se dio la vuelta y se marchó.

...

En ese momento, Micaela no estaba en el laboratorio. Había regresado a su oficina; la cabeza le latía, necesitaba un poco de calma.

Para mantenerla concentrada en la investigación, Gaspar no había hecho más que inventar. Desde el principio, había facilitado la muestra de la madre de Micaela únicamente por Samanta.

Durante estos seis años, siempre que se trataba de Samanta, Gaspar ponía atención especial. Hace un rato, había evitado por completo explicar para qué necesitaban el donante—además de Samanta, ¿quién más podía ser?

Solo era otra de sus estrategias.

Si él admitía que era para salvar a Samanta, temía que Micaela adrede retrasara el proceso y la situación de Samanta empeorara.

Sin embargo, en el fondo, lo que impulsaba a Micaela a dedicarse de lleno a la investigación no era salvar solo una vida, sino salvar a millones de pacientes. Ese era el legado y la misión que había heredado de su padre.

...

A las tres, Micaela entró al laboratorio. Tadeo, al verla, notó su expresión cansada y se acercó, preocupado.

—Micaela, ¿te encuentras bien?

—Estoy bien. Déjame ver los datos de hoy —pidió ella, esforzándose por mostrarse tranquila.

Tadeo le entregó la información. Micaela, con el ánimo por los suelos, revisó hoja por hoja. De pronto, se detuvo en los números de la sexta página, su respiración se cortó un segundo.

Murmuró para sí unas palabras, tan bajas que apenas se oían. Tadeo se acercó y preguntó curioso:

—Esos son los datos de los pacientes con leucemia de la semana pasada, usé el método de selección que sugeriste… ¿Pasa algo?

Sin responderle, Micaela fue directo a la computadora, sacó los datos originales y sus ojos brillaron con una mezcla de nerviosismo y esperanza. Tomó su cuaderno y escribió una serie de fórmulas a toda velocidad.

—¿Micaela, descubriste algo? —preguntó Tadeo, cada vez más emocionado.

La voz de Micaela temblaba de pura emoción.

—La capacidad de adhesión es efectiva.

Sin perder tiempo, empezó a operar la computadora.

Tadeo la observaba, sin atreverse a interrumpir. El silencio en el laboratorio era tan denso que hasta el zumbido de un mosquito habría sobresalido. Finalmente, la impresora escupió el reporte de secuenciación.

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