Samanta también dejó ver una sonrisa llena de ternura al ver a Pilar bajar las escaleras, mientras Micaela la seguía de cerca.
Gaspar se acercó hasta el pie de la escalera justo cuando a Pilar le faltaban tres escalones para llegar al final, preparándose para recibirla en sus brazos.
Con un movimiento ágil, Gaspar extendió su brazo y abrazó a su hija con firmeza y cuidado. La carita de Pilar se apretó contra su mentón y ella preguntó con curiosidad:
—Papá, mamá dijo que no ibas a venir, ¿por qué sí viniste?
La mirada de Gaspar se nubló un poco. En las palabras de su hija, alcanzó a percibir el mensaje oculto.
¿No querían que él estuviera esa noche?
¿Tal vez temían que interrumpiera la cita de Micaela con Jacobo?
—Papá, le regalé mi caja de música a Viviana. Le encantó —comentó Pilar con emoción.
Gaspar le acarició la cabeza con cariño.
—Elegiste muy bien.
—Papá, bájame, voy a jugar con Viviana —pidió Pilar, moviendo las piernas con impaciencia hasta que logró deslizarse fuera de sus brazos. Se fue corriendo de la mano de Viviana, ambas rumbo a la sala.
Micaela, viendo a su hija marcharse, descendió el resto de la escalera y la siguió. Gaspar no pudo evitar que sus ojos la acompañaran mientras se alejaba. La voz de Lionel lo sacó de sus pensamientos:
—Gaspar, ven, vamos a echarnos una copa afuera.
Gaspar asintió y ambos salieron del salón hacia el jardín.
El jardín estaba iluminado con una luz cálida y acogedora. Una larga mesa adornada con elegancia los esperaba, cubierta de platos y copas de cristal.
—Jacobo bajó a la bodega por unas botellas. Esta vez sí le pedí que trajera el mejor vino para nosotros —comentó Lionel con ánimo, notando que entre los tres amigos de toda la vida, algo parecía haber cambiado.
Lionel estaba decidido a reparar ese lazo.
Samanta, sentada junto a Lionel, sonrió.
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