Pero era evidente que el doctor Nico era una eminencia en el mundo médico.
—Así que, ¿el doctor Nico va a reiniciar el laboratorio y tú decidiste unirte a su equipo? —preguntó Jacobo.
Micaela asintió con la cabeza.
—Sí, lo que he logrado hasta ahora es gracias a que el señor Nico me formó. Además, tengo investigaciones pendientes bajo su guía. Quiero seguir adelante.
Jacobo se quedó pensativo por un momento.
—La renta no es problema, pero tengo una propuesta mejor.
—¿Qué propuesta? —preguntó Micaela, con curiosidad.
—Quiero aportar el laboratorio como parte del proyecto y convertirme en inversionista —dijo Jacobo con sinceridad—. No necesito quedarme con sus resultados de investigación, ni con patentes, ni figurar en los créditos. Solo quiero apoyarte en tu trabajo científico con lo que esté a mi alcance.
Al escuchar la oferta de Jacobo, Micaela se quedó totalmente sorprendida.
Sin pensarlo mucho, Micaela rechazó la propuesta.
—Jacobo, te agradezco de corazón, pero no puedo aceptar tu propuesta.
Jacobo parpadeó al escuchar la negativa, con una mezcla de sorpresa y cierta desilusión.
—Entiendo, no tomé en cuenta tus sentimientos —respondió Jacobo con una sonrisa tranquila.
Micaela lo miró fijamente y le dijo con seriedad:
—Jacobo, perdón.
Jacobo comprendía bien lo que implicaba ese perdón. Sabía que desde el principio había sido él quien había marcado el ritmo de esa relación, y que Micaela, sin darse cuenta, se había dejado arrastrar. Ahora, pedirle que entregara sus sentimientos y aceptara su cortejo no era justo para ella.
—Sé que solo somos amigos, pero, ¿acaso no es normal que los amigos se ayuden entre sí? —intentó Jacobo aliviar el ambiente.
Micaela lo miró y, precisamente porque eran amigos, no quería que esa amistad se mezclara con intereses económicos.
…
Por la tarde, Micaela llevó a Nico y Alan a recorrer el laboratorio. Nico quedó muy contento con el diseño general y decidió que ese edificio sería la base para relanzar el laboratorio.
Cuando el grupo de Micaela se marchó, un tipo con pinta de guardaespaldas, sentado en una camioneta negra, hizo una llamada.
—¿Bueno? —respondió una voz masculina, profunda y grave al otro lado.
—Señor Gaspar, hace un momento la señorita Micaela llevó al doctor Nico a conocer Laboratorios Rojas Innovación.
En la oficina principal del Grupo Ruiz, Gaspar tamborileó la mesa con sus largos dedos.
—Entendido —respondió sin mostrar emoción y colgó de inmediato.
Se levantó, caminó hacia la ventana de piso a techo y, con la mirada clavada en el horizonte, se sumió en sus pensamientos, dejando que la vista del paisaje lejano se reflejara en sus ojos, tan profundos como un pozo sin fondo.

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