Gaspar avanzó por el pasillo. No sabía si lo hacía a propósito o solo era una coincidencia, pero justo pasó frente a la oficina de Micaela. Sus pasos vacilaron apenas un instante, tan sutil que nadie lo habría notado, pero al final no se detuvo y siguió su camino.
En cuanto las puertas del elevador se cerraron, se frotó el entrecejo. En el fondo, ya lo sabía: conociendo cómo era Micaela, no iba a salir en su defensa esta vez.
¿Será que de ahora en adelante iban a seguir enfrentándose así, como enemigos?
—Señor Gaspar, ya llegamos —anunció Enzo.
Esa misma tarde, la noticia del enfrentamiento de Gaspar con los accionistas del Grupo Ruiz ya circulaba por todos lados. Fue portada en los noticieros, apareció en los canales de finanzas y hasta los influencers aprovecharon para opinar y criticar. Todo el mundo se lanzaba a juzgar cada movimiento de Gaspar.
Emilia también se topó con la noticia y, como era de esperarse, enseguida le preguntó a Micaela, ya que ella también era accionista del grupo.
—En internet dicen que los accionistas se rebelaron contra Gaspar. ¿Es verdad? ¿No lo van a sacar del consejo directivo?
Micaela contestó:
—Sí es cierto, pero todavía no se sabe si lo van a sacar o no.
Gaspar seguro aún tenía un as bajo la manga. Había querido que Micaela le ayudara solo porque pensaba que su solución era la menos perjudicial.
Ese hombre, incluso cuando estaba acorralado, jamás se rendía ante nadie así como así.
Claro, al final la única salida sería que retirara su inversión.
Y eso significaría que el proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina tendría que cancelarse...
Esa idea le oprimió el pecho a Micaela. No era cualquier cosa: hasta el mismísimo secretario de Estado seguía de cerca ese proyecto.
La verdad, Micaela no tenía problema en redactar el plan. Antes ya había logrado avances significativos y su base teórica estaba respaldada por resultados tangibles.
...
La noche cayó, pero la oficina en el último piso del Edificio Ruiz seguía iluminada. Gaspar permanecía de pie mirando por la ventana, perdido en sus pensamientos.
Enzo se acercó y sugirió:
—Señor Gaspar, ya reservé el restaurante. ¿Vamos a cenar algo?
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