Lionel envió otro mensaje:
[Samanta, ¿cuándo vuelves? ¿Quieres que vaya a acompañarte?]
[No hace falta. En unos días regreso al país.]
Samanta contestó así, sin rodeos.
Lionel leyó la respuesta y una punzada de desánimo le atravesó el pecho. Sabía que Samanta solo deseaba que la acompañara la persona que realmente quería a su lado.
Dejó a un lado esos pensamientos, levantó la mirada y notó que Micaela ya había terminado de darle el desayuno a Jacobo. Tocó la puerta suavemente, la empujó y entró con una sonrisa fingida.
—Parece que llegué en mal momento, ¿eh?
Micaela giró para verlo. Jacobo revisó la hora y le dijo a Micaela:
—¿Por qué no vas un rato con los niños? Que Lionel se quede conmigo.
Micaela asintió.
—Está bien.
—A las ocho y media, mi chofer vendrá por Viviana —comentó Jacobo.
—Perfecto, tú descansa. Mañana paso a verte otra vez —dijo Micaela, tomó su bolso, y apenas cruzó una mirada con Lionel antes de marcharse.
La sonrisa de Lionel se congeló por un instante. Desde aquella charla privada con Micaela, notaba que ella prefería mantener distancia. Seguía sintiéndose culpable por lo que le dijo ese día, por haberse dejado llevar y hablar de más.
Cuando Micaela salió, Lionel arrimó una silla y se sentó junto a Jacobo.
—¿Qué te pasó? ¿Es grave?
—Me fracturé el brazo, lo demás son raspones —respondió Jacobo.
—Te pregunté cómo te sucedió —insistió Lionel, percibiendo que Jacobo ocultaba algo.
Jacobo no tenía ganas de explicar, pero no le quedó de otra:
—Micaela cruzaba la calle y casi la atropella un carro. La empujé para salvarla, pero yo no alcancé a esquivar el golpe.
Los ojos de Lionel se abrieron un poco.
—¿Así que volviste a salvarle la vida? —Pensó en las dos veces que Jacobo la había rescatado, y al recordar la preocupación de Micaela por él, no pudo evitar preguntarse si ella terminaría correspondiendo esos sentimientos.
Jacobo notó la intención de Lionel y se puso serio.
—Lionel, no voy a aprovecharme de lo que hice. No quiero que sigas trayendo el tema.
Lionel suspiró.
—Una cosa es un favor, otra el amor. Como cuando Gaspar se casó con Micaela solo para pagar una deuda de gratitud, y ya viste cómo acabó todo.
Lionel quería que Jacobo tuviera los pies en la tierra: aunque salvara a Micaela, eso no significaba que debía convertir la gratitud en amor. Micaela podía sentir agradecimiento, pero no era lo mismo que enamoramiento.
Jacobo bajó la mirada, herido, y esbozó una sonrisa amarga.
—Sé distinguir la diferencia.
Lionel le dio una palmada en el hombro.
—Ya te dije que no me meteré en lo que pase entre ustedes. Si quieres intentar algo con ella, dale. Gaspar no tiene objeción, ¿yo por qué la tendría?
Jacobo lo miró de pronto.
—¿Estás seguro de que Gaspar no tiene ningún problema?
Lionel se quedó un poco sorprendido.
—¿Acaso crees que Gaspar es de los que regresan con una ex?
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