Ramiro lanzó la pregunta porque en el fondo quería saber si Micaela aún le daría una oportunidad a Gaspar. Micaela bajó la mirada, y con una voz tranquila pero firme, respondió:
—No hay forma de que eso suceda.
Ramiro soltó el aire con alivio, pero enseguida arrugó la frente. Por el lado de Micaela, el tema del divorcio estaba cerrado. ¿Pero y Gaspar? Últimamente, Gaspar había estado apareciendo demasiado en InnovaCiencia Global.
—¿Todavía te duele la mano? —preguntó Ramiro, mostrando preocupación. Después de todo, golpear a alguien requería fuerza.
Micaela se sorprendió un poco y, de manera inconsciente, miró su mano derecha.
—Ya no me duele —contestó.
Aunque, la verdad, después de la bofetada, sí se le había entumecido la mano por unos minutos.
—Si en algún momento necesitas ayuda, cuenta conmigo —dijo Ramiro con su tono calmado y amable.
—Gracias, pero puedo arreglar mis propios asuntos —sonrió Micaela.
...
Lara regresó a la oficina, donde dos asistentes intentaban consolarla. Ambas sabían que la hermana de Lara, Samanta, estaba destinada a ser la futura esposa del dueño del Grupo Ruiz. Por eso, considerando que Lara era la posible cuñada de Gaspar, les convenía llevarse bien con ella.
—Lara, mejor ya no te metas con Micaela —le aconsejó una de las asistentes.
—Sí, sobre todo ahora que en el proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina, hasta el señor Gaspar tiene que pedirle favores —añadió la otra.
—¿Pedirle favores? ¿Ustedes creen que sin ella InnovaCiencia Global no funcionaría? —Lara reviró con fastidio, sobándose la muñeca que Ramiro le había apretado antes.
—Bueno, también están tú y el doctor Ramiro… —intentó suavizar la situación una de ellas.
—Mejor vayan a trabajar, estoy bien —les dijo Lara, queriendo quedarse sola.
Las asistentes intercambiaron miradas y se retiraron.
Lara respiró hondo y, sin pensarlo mucho, tomó el celular y llamó a Samanta. Tenía que contarle lo que había pasado entre Micaela y Gaspar.
—¿Lo dices en serio? —La incredulidad de Samanta se notó al instante.
—Lo vi con mis propios ojos, claro que es verdad. Pero lo más importante fue la reacción del señor Gaspar; no se defendió en lo absoluto, ni siquiera se enojó con Micaela.
Samanta guardó silencio unos segundos y, de repente, su tono se volvió distante.
—Gaspar es padre, jamás lastimaría a la mamá de su hija. Eso va contra todo lo que le enseñaron. Además, escuché que Pilar está enferma y no fue a la escuela; supongo que Gaspar lleva algo de culpa encima.
Lara se quedó pensativa. Quizá Samanta tenía razón, pero la actitud de Micaela le parecía demasiado.
—Entonces tienes que consolar bien al señor Gaspar, seguro está muy dolido —agregó Lara, convencida de que este era el mejor momento para que Samanta se ganara el corazón de Gaspar.
Samanta aceptó y colgó. Lara, por su parte, se sintió un poco herida recordando cómo Ramiro la había tratado antes por defender a Micaela. Sin embargo, sabía que, aunque Ramiro protegiera tanto a Micaela, ella solo lo veía como colega y amigo, ni de chiste se casaría con él.
Por un instante, Lara sintió lástima por Ramiro.
...
Micaela estaba en su oficina revisando los papeles del proyecto. Nico Obregón, usando como pretexto una colaboración entre empresas, le había enviado información sobre el antiguo laboratorio. Micaela, dejando de lado sus emociones, se sumergió en el análisis de esos datos.
No fue hasta las cuatro y media que guardó la laptop y bajó al vestíbulo. En la puerta, Ramiro la esperaba.
—Te acompaño a la salida —le dijo.
Micaela asintió. Caminando juntos al elevador, discutieron algunos puntos teóricos del proyecto.
Al cruzar el lobby, sintió múltiples miradas fijas en ella. Ya todos sabían que había abofeteado a Gaspar; la noticia había corrido como pólvora por toda InnovaCiencia Global.
¿Quién se atrevería a darle una cachetada al mero jefe? Resultaba casi imposible de creer.
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