Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 72

—Señorita Samanta, ¿qué pasó? —preguntó Ramiro con preocupación mientras tomaba la hoja clínica para echarle un vistazo.

Samanta le dedicó una sonrisa débil—. Me contagié de un virus, así sin querer.

—No se preocupe, ahora tenemos un medicamento especial. Va a salir de ésta —le aseguró Ramiro, intentando tranquilizarla.

—Doctor Ramiro, escuché que es el equipo del doctor Leiva quien desarrolló el medicamento... ¿no será que usted lo inventó? —bromeó Samanta, recordando lo que Lionel le había contado sobre la fama de Ramiro como genio médico.

—No fui yo, fue otra persona —respondió Ramiro y, al decirlo, miró de reojo a Gaspar.

Gaspar, oculto tras su cubrebocas, dejaba ver en su mirada un cansancio que no podía disimular. Estaba claro que se había desvelado cuidando a Samanta.

—Señorita Samanta, descanse tranquila. Yo ya me voy —dijo Ramiro, asintiendo a Gaspar antes de salir de la habitación.

...

En el pasillo, cerca de los elevadores, Micaela lo esperaba. Al verla, Ramiro no pudo evitar soltar un suspiro.

—¿Qué pasa contigo? —preguntó Micaela con una sonrisa ligera.

—Gaspar ya no te tiene en mente. Se ve agotado, seguramente no ha dormido en dos noches —respondió Ramiro, dejando salir lo que había notado.

Micaela se encogió de hombros—. Eso ya no me afecta. Hace mucho que dejé de preocuparme por esas cosas.

—¿Él no sabe que tú fuiste quien creó el medicamento? —preguntó Ramiro de nuevo.

Ella negó con la cabeza—. No hay para qué decírselo.

—Cuando salga la entrevista de mañana, seguro lo descubrirá —comentó Ramiro.

...

De regreso en el laboratorio, Ramiro reunió a todos en la sala de juntas para explicar la situación. Repartió algunos casos a los diferentes equipos, esperando que pudieran ayudar a identificar la causa del brote.

—Esta vez, el problema está localizado: es en el Pueblo de la Brisa, junto al Embalse de la Sierra Clara. Los pacientes presentan vómitos graves, visión borrosa, ojos enrojecidos, niveles elevados de hemoglobina, fiebre y dificultad para caminar con normalidad.

Lara escuchó con suma atención, apretando los puños bajo la mesa. Se prometió ser más rápida que Micaela esta vez; no pensaba dejar que le ganara de nuevo.

Micaela, en silencio, escuchaba mientras la luz del atardecer se colaba por la ventana e iluminaba su figura. Llevaba el cabello recogido de forma sencilla, dejando caer algunos mechones que enmarcaban su cara pálida y casi translúcida. El efecto le daba un aire sereno y casi etéreo.

Capítulo 72 1

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