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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 742

Gaspar observó cómo los invitados subían al carro y se alejaban. Apenas los vio partir, alzó la vista hacia el estacionamiento, pero solo alcanzó a ver las luces traseras del carro de Franco perdiéndose entre el tráfico. Se quedó parado unos instantes, mientras la camioneta de la niñera de Samanta llegaba. Ella, envuelta en el saco de Gaspar, subió al carro sin decir palabra y se marchó.

Dentro de la camioneta, Noelia la miró, notando el saco masculino de alta gama que llevaba encima. Luego tomó el abrigo que Samanta había dejado en el asiento y se lo acomodó sobre las piernas, no pudiendo evitar regañarla:

—Ya te había dicho que te bajaras con tu abrigo. ¡Ahora mírate, seguro te dio frío!

Samanta ajustó el saco sobre sus hombros y cerró los ojos para descansar.

—No te preocupes tanto —murmuró, sin ganas de discutir.

Noelia sonrió al verla así.

—Ese saco es del señor Gaspar, ¿verdad?

Claro, pensó. Si Samanta hubiera bajado con su propio abrigo, ¿cómo habría conseguido que el señor Gaspar se preocupara tanto por ella?

Por lo que sabía Noelia, en estos años, Samanta ya había usado el saco de Gaspar más veces de las que podía contar.

Pero al menos, Gaspar realmente la cuidaba. Siempre la trataba con paciencia y dedicación. Cada año, cuando estos clientes llegaban al país, Gaspar jamás dejaba de llevar a Samanta a los eventos importantes.

—Samanta, esos clientes extranjeros... todos se ven súper inteligentes. ¿A qué se dedican, en realidad? —preguntó Noelia, con la curiosidad a flor de piel.

—Ya te dije que no preguntes lo que no te corresponde —Samanta abrió los ojos y la miró, cortante.

Noelia sintió un ligero nudo en el pecho. Había llegado lejos como representante, algo que no todos lograban. Otras colegas siempre tenían el control absoluto sobre la vida de sus artistas, pero en su caso, solo podía encargarse del trabajo de Samanta; su vida privada era un misterio.

Sin embargo, Samanta era generosa con el salario y las condiciones, así que a Noelia le bastaba con ser inteligente y no meterse donde no la llamaban.

Sonrió y dejó el tema por la paz.

...

Mientras tanto, Franco conducía su carro, atento al cambio de humor de Micaela. Notó su expresión y se animó a preguntarle con delicadeza:

Se acercaba el Año Nuevo y tanto Micaela como Ramiro Herrera habían terminado su más reciente experimento. Decidieron tomarse un respiro.

—Ve a descansar, yo me quedo a trabajar un rato más —le comentó Ramiro a Micaela. No tenía ataduras: su papá estaba en el extranjero y, aunque tuviera vacaciones, no sabría qué hacer con su tiempo.

—No te exijas tanto, deberías descansar más —le aconsejó Micaela. Desde que Ramiro se integró al proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina, se la pasaba trabajando horas extra, y a Micaela le preocupaba su salud.

—No te preocupes, de verdad, estoy bien —replicó Ramiro, sonriendo—. Pero creo que Pilar te necesita más a ti.

De repente, Micaela lo invitó:

—¿Por qué no cenas en mi casa esta noche? Ya no comas diario en la cafetería.

Ramiro se sorprendió un poco, pero pronto le devolvió la sonrisa y asintió.

—Me parece bien.

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