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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 771

Ramiro se quedó con la taza de café suspendida en la mano, sin responder de inmediato. Por supuesto que sabía la presión que significaba el tema del dinero. Últimamente, tenía bien claro cómo se consumían los recursos en el laboratorio, y ni hablar del dineral que se había ido en patentes y compras.

—Los proyectos civiles son otra cosa —Gaspar hojeó un documento, sin levantar la vista—. En menos de un año pueden empezar a dar ganancias. Y justo esas utilidades podrían servir para financiar el proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina.

Ramiro relajó un poco el ceño, aunque seguía alerta.

—Señor Gaspar, mejor dígame las cosas como son.

—Te encargarás de los tres proyectos civiles independientes —dijo Gaspar, su mirada reflejaba una confianza sincera—. Quiero que tú los desarrolles y formes tu propio equipo. Confío en tus capacidades técnicas y en tu forma de hacer las cosas. Si logramos que el dinero fluya, entonces el proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina podrá avanzar sin trabas.

Ramiro mantuvo la mirada fija en Gaspar, los ojos detrás de los lentes buscando respuestas. Sabía que el proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina podría seguir sin él, pero sin Micaela era imposible.

En los últimos experimentos, había notado que avanzar con el proyecto era una hazaña. La barrera tecnológica se le hacía cada vez más alta, y si seguían así, pronto tendrían que quemar más dinero, sin garantía de éxito.

—Para los experimentos del proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina se necesitan más investigadores hombres. Micaela sola no va a dar abasto.

—Tengo pensado sumar a Tadeo al equipo. Además, él y Micaela hacen buen equipo —agregó Gaspar, y luego, girándose de nuevo hacia Ramiro, añadió—: Doctor Ramiro, puedes estar tranquilo, yo jamás dejaría que te quedaras sin recompensa.

Ramiro no dudó en ir directo al grano.

—¿Podría decirme, de verdad, a qué le apuesta con todo esto? —preguntó, sosteniéndole la mirada a Gaspar.

Gaspar frunció el ceño, como si la pregunta le pesara.

—¿Y qué te gustaría escuchar, doctor Ramiro?

—¿Lo que busca es impulsar a Micaela o solo le interesa ganar más plata? —le soltó Ramiro, sin rodeos.

Gaspar se rio, pero la chispa en sus ojos era filosa.

—¿De verdad crees que ganar dinero y apoyar a Micaela sean cosas opuestas? —le reviró, y de inmediato, la sonrisa se le borró—. El Grupo Ruiz se dedica a los negocios, no a la caridad. Pero el trabajo de Micaela vale la pena como inversión a largo plazo. Si con los proyectos civiles generamos fondos para apostarle al proyecto de Interfaz Cerebro-Máquina, ¿por qué no hacerlo así?

Se inclinó un poco hacia adelante, devolviéndole la pregunta.

—Y a todo esto, doctor Ramiro, ¿por qué tanta dedicación a Micaela en los últimos años?

Detrás de los lentes, los ojos de Ramiro se suavizaron.

—No hace falta que me acompañe, señor Gaspar.

...

Al salir del Edificio Ruiz, Ramiro subió a su carro y se quedó un momento en silencio. Sacó el celular, dudando si mandarle un mensaje a Micaela, pero no encontraba las palabras.

Sin embargo, lo que hablaron con Gaspar era urgente. Si los proyectos civiles daban frutos, Micaela podría dedicarse de lleno a la investigación de la interfaz cerebro-máquina, sin estar preocupándose por el dinero.

Volvió a repasar mentalmente las palabras de Gaspar. Siempre ambiguo, siempre jugando sus cartas como buen empresario. Podría tener intenciones ocultas, pero Ramiro intuía que, en el fondo, dentro de sus decisiones comerciales, también había un genuino impulso por ver avanzar la carrera de Micaela.

A lo largo de estos años, si en algo no había escatimado Gaspar, era en financiar cada uno de los proyectos de Micaela.

No sabía con certeza cuál era su objetivo final, pero su instinto le decía que no había malas intenciones hacia Micaela.

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