Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 8

¡Así que ella también estaba ignorando a su hija!

—Pequeña, mamá te quiere mucho.

—Yo también te quiero, mamá —la vocecita dulce de Pilar retumbó en sus oídos, seguida de un beso suave en la mejilla.

—Mamá, tú siempre serás la mejor mamá del mundo. No quiero irme nunca, quiero estar contigo para siempre —Pilar le sostuvo la cara entre sus manitas, confesando su amor en medio de la penumbra del cuarto.

Micaela abrazó con fuerza a su hija y le besó la cabeza.

—Mamá también te quiere, mi amor. Te va a querer siempre —susurró.

...

El lunes, toda la familia se dirigió al aeropuerto.

Después de dieciocho horas de vuelo, llegaron a Costa Brava. Enzo, el asistente de Gaspar, se encargaba de las maletas, mientras Micaela cargaba sus bolsos. Pilar, que se había dormido en el avión, seguía profundamente dormida en brazos de su papá, bien envuelta en el abrigo de él.

Al salir del aeropuerto, enseguida subieron a una van ejecutiva. Gaspar acomodó con cuidado a Pilar en su regazo, y sus ojos, profundos y cálidos, se posaron con ternura en el rostro de su hija. Con una caricia, apartó un mechón de cabello de su frente.

Tres carros se internaron en la noche lluviosa de Costa Brava. Micaela miraba el paisaje a través de la ventana. Saber que pronto estaría frente a su suegra y a su cuñada, Adriana Ruiz, le hacía sentir un peso en el pecho, como si una piedra invisible le apretara el corazón.

Ocho años atrás, Gaspar, con apenas veinte años, sufrió un accidente y terminó en coma. Lo trasladaron de emergencia al hospital donde trabajaba el papá de Micaela. En cuanto se enteró, Micaela pidió permiso en la universidad y fue directo a cuidarlo. Su suegra, devastada por el dolor, no se opuso a su presencia.

Micaela se desvivió por él, asumió el trabajo de las enfermeras y estuvo día y noche a su lado. Un año después, cuando Gaspar despertó, no pudo contener más sus sentimientos y le confesó cuánto lo quería, incluso le dijo que deseaba casarse con él.

Jamás imaginó que su suegra la escucharía. Esa misma tarde, la buscó y le ofreció cien millones de pesos para que dejara en paz a su hijo.

Micaela se debatió entre el dolor y el deber. Cuando estaba a punto de empacar para volver a la universidad, Gaspar apareció en la puerta. Le dijo que quería casarse con ella.

Todavía podía recordar la imagen de aquel día, él, delgado y pálido, con el semblante serio pero los ojos llenos de determinación.

—Cásate conmigo —le pidió sin rodeos.

En el día de la boda, el asistente de su papá le confesó que él mismo le había dado a Gaspar los videos de todo el año en que ella lo cuidó. Solo después del matrimonio, Micaela comprendió que Gaspar no sentía amor por ella. Se casó por gratitud, nada más.

Capítulo 8 1

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