Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 856

La luz en el estacionamiento subterráneo era tenue, pero Micaela alcanzó a ver en los ojos de Jacobo la seriedad y la ternura con la que la miraba. Se quedó callada por unos segundos.

La confesión de Jacobo era honesta y directa, tan genuina que uno no quería lastimarlo. Pero, en ese instante, el corazón de Micaela era un torbellino; lo único que sentía era el peso de la realidad.

Apenas acababa de enterarse de que su hija podría cargar con un riesgo genético. El futuro se le presentaba tan incierto, y ahora la declaración de Jacobo le parecía una carga demasiado pesada, completamente fuera de lugar.

Micaela bajó la mirada, esquivando por unos segundos la intensidad de su mirada. Cuando volvió a alzar los ojos, en ellos solo había gratitud.

—Jacobo —susurró, con una voz tan suave que casi parecía temblar—. Gracias. Que alguien como tú me quiera es un honor. Eres una persona increíble, muy valiosa. Pero, lo siento, ahora no puedo aceptar los sentimientos de nadie.

Micaela dirigió la vista hacia la puerta del carro. Aunque no podía ver la silueta de su hija, su mirada se volvió cálida y decidida.

—En este momento, mi mente y mi energía están solo en Pilar y en el trabajo. No puedo distraerme, ni tengo tiempo para empezar una relación de pareja.

Guardó para sí el tema de la posible enfermedad de su hija; el futuro de Pilar era solo suyo para proteger. No quería, y tampoco podía, arrastrar a nadie más a cargar con esa preocupación.

La chispa en los ojos de Jacobo se apagó un poco, pero su reacción no era de sorpresa. Parecía que, en el fondo, ya sabía que Micaela tenía demasiadas cosas en la cabeza. Detrás de su independencia y fortaleza, se escondía una carga que nadie más podía tocar.

Aun así, le nacía el deseo de ayudar, de compartir la carga, de evitar que ella tuviera que soportarlo todo sola.

—Me pasé de lanzado, disculpa. Pero no te preocupes, podemos seguir siendo amigos. Si algún día necesitas algo, puedes contar conmigo para lo que sea —murmuró Jacobo con voz profunda.

El gesto de Jacobo le provocó en Micaela una punzada de culpa, pero también la alivió.

La mirada de Jacobo se posó en ella, intensa.

—Hace rato dijiste que no aceptarías a nadie en este momento. ¿Eso también incluye al señor Anselmo?

Micaela, que estaba por abrir la puerta del carro, se detuvo. Miró a Jacobo y asintió con suavidad. Después, como si hubiera recordado algo, le dijo:

—Jacobo, seguro que hay muchas chicas buenas a tu alrededor. Deberías prestar más atención a quienes tienes cerca.

Capítulo 856 1

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