Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 88

Aunque Lara jamás se rebajaría a robarle algo a Micaela, sabía que si contaba la verdad, sus papás terminarían decepcionados de ella.

Pero...

Desde pequeña, Lara había sentido el rechazo de la familia por no ser hijo varón. Su papá casi nunca le hacía caso, y tras mucho batallar, por fin había conseguido el lugar del que ahora gozaba. No podía permitir que su papá se sintiera decepcionado.

—Micaela, no es que yo quiera quitarte lo tuyo, es que tú me lo diste —se repitió Lara, tratando de convencerse, antes de salir de la habitación.

...

En el comedor, Néstor no paraba de elogiar a Lara. Samanta, queriendo fortalecer el lazo con su hermana, la llenaba de halagos. La señora Báez, por su parte, no podía contener la sonrisa; quería que el mundo supiera que, aunque no tuvo la fortuna de tener un hijo, su hija había logrado tanto que no tenía nada que envidiarle a ningún hombre.

—Samanta, hay que invitar al señor Gaspar a comer un día de estos. Quiero agradecerle como se debe —dijo Néstor, animado.

—Claro, papá —asintió Samanta.

Néstor no entendía muy bien cómo su hija mayor había conocido a Gaspar, pero sí sabía que ella había sabido aprovechar el contacto con ese gigante del mundo empresarial. Quién sabe, pensó, quizá un día él mismo sería su suegro.

...

Por la tarde, Micaela no fue por su hija a la escuela, porque Jacobo le había mandado un mensaje diciendo que Gaspar iría por ella.

A las cuatro, las voces de Pilar y Pepa resonaron desde la entrada.

Micaela bajó desde el tercer piso, mientras Pepa, la perrita, corrió emocionada a saludarla moviendo la cola, y Pilar llegaba con la alegría pintada en la cara.

Micaela se agachó para mirar a su hija a los ojos. Gaspar se acercó.

—Pilar, ve a lavarte las manos.

—Quiero que mi papá me ayude —dijo Pilar, tomando la enorme mano de Gaspar con la suya.

Después de la cena, Micaela se dedicó a leerle cuentos a Pilar. Al llegar a la parte donde hablaban de no aceptar cosas de desconocidos, Micaela observó con atención la reacción de su hija.

—Mamá, ¿y si el señor Joaquín me da un regalo, sí lo puedo aceptar?

—Normalmente no deberías, pero mamá también le va a comprar un regalo a Viviana, así que es como un intercambio.

—¿Y si la señorita Samanta me da un regalo, también puedo aceptarlo?

—Pilar, recibir muchas cosas de otras personas no está bien —le respondió Micaela, con voz suave.

—¿Es porque ella todavía no tiene hijos? —preguntó Pilar, ladeando la cabeza.

Micaela sonrió—. Así es, como todavía no tiene hijos, si tú aceptas su regalo, mamá no puede devolverle el favor.

Pilar asintió, comprendiendo el punto.

—¡Ya entendí! Entonces ya no voy a aceptar más juguetes de ella.

Micaela le dio un beso en la frente.

—Mi niña es tan lista.

Siguieron con los cuentos hasta las nueve. Considerando que Pilar tenía clases al día siguiente, Micaela la llevó a lavarse los dientes y luego la arropó en la cama.

Apenas se acomodaron, Pilar se movió un poco y enseguida se quedó dormida. Micaela, aliviada, también se quedó con ella.

...

A la mañana siguiente, Micaela bajó de la mano de su hija. Gaspar ya los estaba esperando en la planta baja.

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