Entrar Via

Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 911

Micaela se encontraba un poco apartada, revisando el expediente médico que llevaba en las manos y anotando algunos datos.

Después de responder a las preguntas de Ángel, Damaris la buscó con la mirada. Sus ojos reflejaban una mezcla de gratitud y una culpa tan profunda que casi dolía verla.

Ángel, tras dar algunas indicaciones, se disponía a salir cuando Damaris lo detuvo.

—Doctor, ¿podría hablar un momento con la señorita Micaela? —pidió Damaris.

Ángel asintió, lanzándole una mirada a Micaela. Ella, sin mostrar sorpresa, se acercó.

Damaris intentó incorporarse mejor en la cama, pero no pudo sola; Adriana enseguida fue a ayudarla.

—Micaela, yo... —la voz de Damaris se quebró y sus ojos se humedecieron de inmediato—. La familia Ruiz te falló. No debimos tratarte así. Yo... discúlpame.

Las palabras de Damaris flotaron en el aire, cargadas de arrepentimiento. Micaela las escuchó con una expresión neutra, casi imperturbable. Esperó unos segundos antes de responder.

—Descanse, por favor. Ya no importa nada de eso.

Su tono era tranquilo, sin rastro de resentimiento o emoción. Parecía que esas heridas ya no la tocaban.

Sin embargo, esa reacción solo hizo que Damaris se sintiera aún peor.

—Sé que el trabajo de investigación es agotador. Me pesa mucho haberte puesto en esa situación —insistió Damaris, bajando la cabeza.

—Es mi trabajo. No tiene por qué cargar con esa culpa —comentó Micaela, cerrando el expediente—. Tengo que procesar algunos datos. Me retiro.

Se dio la vuelta y, al llegar a la puerta, notó que Gaspar estaba ahí, apoyado contra el marco. Su rostro mostraba una mezcla de pesar y algo más difícil de descifrar.

Cuando Micaela pasó junto a él, Gaspar se enderezó y se hizo a un lado para dejarle el paso libre.

Micaela avanzó sin mirarlo, apenas ladeando el cuerpo. Gaspar vio cómo se alejaba. Saber que ella había aceptado visitar a su familia ya era más de lo que podía esperar.

...

Más tarde, Ángel reunió al equipo para discutir el caso de Damaris y ajustar el tratamiento.

Al final, después de deliberar, concluyeron que debían seguir con el mismo plan. El estado de Damaris era tan delicado que cambiarlo podría ser riesgoso.

A las ocho de la noche, Adriana pasó a hacerse unos análisis. Cuando se sentó en el sofá de la sala de espera, notó que el color le resultaba familiar. Observó cómo la enfermera preparaba el equipo para extraerle sangre y un recuerdo se le vino a la mente: la última vez que Samanta se hizo un examen había sido en un sofá igualito a ese.

¿Acaso Samanta también se había hecho exámenes en ese mismo lugar?

Intrigada, Adriana le preguntó a la enfermera:

—Disculpe, ¿ustedes aquí atienden a otros pacientes?

—No, por ahora solo recibimos a pacientes internos —respondió la enfermera sin darle mayor importancia.

Adriana solo murmuró un “ya veo” y guardó silencio. Una vez terminada la extracción, su celular vibró con un mensaje.

[Samanta: Escuché que Jacobo regresó.]

Al leer el nombre de Jacobo, Adriana sintió cómo le invadía la inseguridad. Se dio cuenta, de golpe, que no estaba a la altura de Jacobo.

Pero en vez de entristecerse, sintió alivio. Le parecía bien que Micaela y Jacobo estuvieran juntos. Ellos sí se correspondían.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica